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Una campaña de represión y adoctrinamiento liquida el desafío de la secta china

Cerca de una semana de detenciones masivas y despliegue de fuerzas del orden en todo el país han permitido al régimen chino neutralizar el peligro que a sus ojos representaba el movimiento místico Falun Gong. Aunque el cerco policial permanecía todavía visible el domingo 25 de julio en Pekín, parece que las protestas pacíficas de adeptos a la secta, prohibida desde el día 22, han sido cortadas de raíz.

Con el fin de evitar la entrada en la capital de decenas de miles de adeptos que podrían llegar de las provincias vecinas de Hebei y Liaoning, las fuerzas de seguridad han recurrido a medidas drásticas formando cordones policiales a la entrada de Pekín y multiplicando los controles en las cercanías de las estaciones. Se ignora el número exacto de personas que permanecen detenidas después de varios días de redadas, que, según la página en Internet de la organización -a la que no se puede acceder desde China-, están acompañadas de violencia policial. Ciertas fuentes avanzan la cifra de 5.000 detenciones. Los adeptos que se avengan a la ritual sesión de autocrítica serán probablemente liberados, pero el régimen está decidido a perseguir por subversión o actividades antigubernamentales a los elementos que permanezcan leales al guru Li Hongzhi, exiliado en Estados Unidos.Esta represión es el resultado de un pulso que comenzó el 25 de abril, cuando 10.000 discípulos de Falun Gong se reunieron en Pekín alrededor de Zhongnanhai (la sede del Gobierno) a espaldas de los servicios de información. Durante tres meses, el Gobierno ha multiplicado las investigaciones sobre este movimiento, que se autodenomina "escuela budista de qigong ", para evaluar el verdadero alcance del desafío que le había lanzado. Finalmente ha optado por la mano dura, después de haber concluido que Falun Gong constituía "el incidente político más grave desde los problemas de junio de 1989" (en referencia a las revueltas estudiantiles de Tiananmen), según las palabras de un funcionario del partido comunista.

Además de las detenciones masivas, la ofensiva gubernamental ha tomado la forma de una intensa campaña de propaganda lanzada por todos los medios de comunicación del país. Falun Gong ha sido descrita como una organización ilegal que promueve la superstición, amenaza el orden social y persigue objetivos políticos. Según el diario de Hong Kong Sing Tao Jih Pao, un documento interno del comité central del partido acusa expresamente a Falun Gong de estar manipulada por fuerzas externas. Sin embargo, los medios de comunicación oficiales se muestran, por ahora, precavidos a la hora de difundir esta tesis del compló extranjero. Los ataques se concentran principalmente sobre la persona del líder, Li Hongzhi, acusado de "predicar el fin del mundo", de haber cambiado su fecha de nacimiento para hacerla coincidir con la de Sakyamuni (Buda) y de fanatizar a sus discípulos hasta el punto de que algunos se han visto conducidos a la locura, el suicidio o la muerte.

Lo más interesante de esta campaña de propaganda es el reconocimiento oficial de que Falun Gong ha penetrado en ciertas esferas del partido comunista. "Ciertos miembros del partido han participado en las actividades de Falun Gong y se han convertido incluso en dirigentes de esta organización ilegal", según el editorial del Diario del Pueblo del lunes pasado. La agencia china de noticias Xinhua ha sugerido que ciertos integrantes del partido, calificados de "conspiradores en la sombra", habían tomado parte en la organización de las concentraciones del grupo. Estas revelaciones han conducido a la prensa oficial a hacer un llamamiento a la intensificación del "trabajo ideológico" y a reforzar la enseñanza del "materialismo marxista" y el "ateísmo".

Desde su exilio norteamericano, Li Hongzhi ha negado las acusaciones de la propaganda china, insistiendo en el carácter apolítico de su movimiento. En un mensaje difundido vía Internet hace un llamamiento al diálogo al régimen chino ante el inquietante riesgo de "otro Tiananmen".

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