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Chávez promete enterrar el sistema si vence mañana en las elecciones constituyentes en Venezuela

Javier Moreno

ENVIADO ESPECIALHugo Chávez lanzó el jueves por la noche sus últimas andanadas contra Venezuela, la República que preside, antes de las elecciones a la Asamblea Constituyente de mañana. Desde un balcón del palacio presidencial de Miraflores, que fue sometido a fuego graneado por tropas bajo su mando durante la militarada de 1992, el hoy jefe del Estado se mostró populista, pidió votar en masa por los candidatos de su partido para acabar con el Congreso y el Tribunal Supremo, y prometió enterrar los 40 años del régimen actual.

"Seré el último presidente de la IV República", dijo, y adelantó que, si triunfa mañana, cambiará de nombre al país, que pasará a llamarse República Bolivariana de Venezuela. Exhortados por las soflamas de su líder, los seguidores más radicales de Chávez ven ya en la Asamblea Constituyente que se elige mañana una especie de convención revolucionaria que acabará con el resto de poderes del Estado, y desde por la mañana amenazaban en los aledaños del Congreso con acudir el lunes temprano a desalojar a los diputados.

No está claro que les vaya a resultar tan fácil. A falta de encuestas nacionales de fiar, la coalición de partidos que el pasado 6 de diciembre llevó al antiguo teniente coronel a la presidencia se muestra segura de su triunfo avasallador, según una alta fuente de la campaña electoral chavista, pero se resiste a mostrar los datos en que basa su optimismo. Confían los partidarios del presidente en lograr el 60% de los votos que elegirán a los 131 miembros de la Asamblea, a la que aspiran más de 1.100 candidatos, y escribir así a su gusto una nueva Carta Magna, que sustituya a la de 1961, "la moribunda", en expresión de Chávez.

Aunque no se vota a partidos, sino a candidatos de forma individual, la Asamblea se dividirá finalmente en dos bandos: los partidarios del presidente, dispuestos a seguirle en sus ansias de arrasar con las instituciones actuales, y todos los demás, que intentarán poner freno a la revolución chavista y mantener los poderes del jefe del Estado bajo control.

Muchos de estos últimos se presentan en las listas electorales como independientes, pero pertenecen en realidad a alguno de los dos grandes partidos tradicionales, el socialdemócrata Acción Democrática (AD) y el democristiano Copei, responsables, según Chávez y sus seguidores, de la desaforada granujería que arruinó Venezuela en los 40 años en que se alternaron en el Gobierno. Sólo los partidarios del presidente declaran sin rubor su filiación, ante el desprestigio en que se ha hundido la clase política tradicional, y que ha permitido que un ex golpista acabe de inquilino de Miraflores. Consciente de que no tiene el triunfo asegurado, Chávez redobló el jueves por la noche sus peticiones de apoyo. Como siempre, anunció catástrofes si ganan los candidatos de los partidos tradicionales, a los que tildó de "bandidos y corruptos" y advirtió: "Cuidado con el triunfalismo. Vamos a ganar la batalla del domingo, pero no la hemos ganado todavía. Declarémonos en emergencia, quedan 48 horas".

Por lo demás, encandiló a sus seguidores, bromeó sobre su ataque en 1992 al palacio que hoy ocupa - "aún quedan marcas de las balas en la fachada", dijo-, y prometió a los pobres que podrán viajar por unos bolívares de una punta a otra del país en aviones Hércules del Ejército.

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Los renovados ataques del presidente contra la oposición, además de por la inseguridad de los resultados de mañana, se deben, según observadores independientes, a la crisis económica que está devastando al país y que amenaza la popularidad a Chávez, que no va a poder aguantar muchos meses culpando del desastre al régimen anterior. En 1997, la economía creció un 5,7%, el año pasado cayó un 0,7% y en los primeros tres meses de 1999 se ha desplomado un 9,9%, lo que ha provocado 500.000 nuevos desempleados.

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