Demagogia, la justa
A los vecinos de Villaverde, a los de Terrassa y a los que en este momento concreto no son titulares informativos pero que lo han sido o lo serán: las cuotas de solidaridad no se agotan, si sabemos de qué estamos hablando. Para no alargarnos demasiado, digamos que la solidaridad es algo que aplicamos a un proyecto a medio y largo plazo, con vocación transformadora en positivo. No es algo concreto. Los inmigrantes, con niños o sin ellos, son todos refugiados: económicos, políticos. Somos deudores de todos porque, y esto sí que no es demagogia, nuestro bienestar se construye a costa de su mera supervivencia. Por cierto, ¿no fue España un país de emigrantes durante largos y dolorosos años?A nuestros representantes en las instituciones: la política tiene ética, o al menos debería. Quisiera recordar a algún partido de izquierda que el problema de los rumanos empezó en Rivas-Vaciamadrid precisamente con un alcalde "de izquierdas". Ser de izquierdas va, afortunadamente, mucho más allá que presentarse a unas elecciones en la lista de unas siglas determinadas. Ser de izquierdas -sin comillas- es una visión del mundo, un compromiso con la equidad y la justicia, donde la visibilidad de los más vulnerables no emerge en momentos concretos: están ahí siempre y no cuando conviene para ser instrumentalizados políticamente. Y esto vale para los menores, los inmigrantes, los drogodependientes, los presos (véase el informe de la Asociación Pro Drechos Humanos) y cualquier ciudadano excluido muchas veces por sus iguales. Sin caer en retóricas vacías, quizá no estaría de más recuperar eso tan antiguo y obsoleto de la conciencia de clases. La salud democrática y ciudadana (la solidaridad es un grado de la ciudadanía) no va bien.- . .
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