El gorrito de la Reina
Hubo calor y debate de investidura y elección de Zaplana y el sol saliendo antes de la siete y poniéndose poco después de las nueve de la tarde. Tedio, aburrimiento o normalidad según se mire, que disfrutamos unos pocos e ignoran unos muchos. La opinión pública que se refresca en las terrazas, que se quita la arena del ombligo en la playa o que carga las maletas buscando la apacible frescura de la casa de sus padres que restauró en aquel pueblo de Teruel, la opinión pública, digo, es por lo común ajena a debates de investidura y elecciones de Eduardo Zaplana. Tan ajena a la cuestión como desinteresada estuvo por el color del sombrerito coquetón que lucía la graciosa majestad británica Isabel II en las nupcias reales de la helénica hija del ex-rey Constantino. Eduardo Zaplana, Antoni Asunción y Joan Ribó, nuestros prebostes públicos y protagonistas del debate y la elección deberían encargar una encuesta al respecto. Porque algo huele a divorcio entre las efemérides políticas y la calle. Sesudos analistas y sociólogos de pro, adornados de un optimismo digno de encomio, hablarán quizás de un desinterés natural, puesto que entre nosotros la normalidad democrática es lo usual, y lo usual no suscita demasiado interés. Otros, los que normalmente degustamos los refrescos con zumo de limón, nos inclinamos por pensar que si la ciudadanía es indiferente, la razón es clara: la actividad de nuestros prebostes no le interesa porque, dada la pura forma verbal y el olvido de la realidad que comporta, es ajena a sus preocupaciones. ¿Cuántos valencianos están interesados por la reforma del Estatuto? ¿Cuántos vecinos de Castell de Cabres o del Postiguet discuten airados sobre la oportunidad o no de la tercera vía del británico Blair o del germano Schröder? ¿Cuántas veces oyeron o leyeron los de Mislata o el Grau de Castellón las mismas manidas y gastadas réplicas y contrarréplicas parlamentarias y con las mismas y trilladas palabras? Tedio, aburrimiento y desinterés se cruzan con conceptos gastados como competencia y eficiencia en boca del poder, o se cruzan con desempleo, manipulación en los medios de comunicación públicos, precariedad laboral o cualquier cosa en boca de la oposición. Demasiadas veces se oyen los mismos conceptos, mientras está ausente la realidad concreta valenciana. Y es que la realidad valenciana fue la gran ausente del debate de investidura, y esa ausencia no es nueva en ese tipo de debates. No se habló para nada del agredido medio natural valenciano cuyo exponente máximo es el marjal de Pego, como no se habló del deterioro de la escuela pública a partir de una reforma mal diseñada en la LOGSE, pero aplicada en el País Valenciano. No se habló de prioridades en el gasto público, ni de las infraestructuras que envejecen a los dos años como esas carreteras que apenas estrenadas nos las encontramos de nuevo en obras. No se habló ni se explicó por qué tantos servicios públicos no funcionan correctamente, y por qué en vez de exigir que funcionen correctamente, se privatiza su gestión como es el caso de la sanidad. Demasiada realidad valenciana tan ajena al debate como ajena estuvo la opinión pública a ese mismo debate tedioso y aburrido. Así pues, y mientras apriete el calor, es muy posible que el vecindario se dedique a buscar un buen vaso de horchata o se preocupe por el color del gorrito que lucía, en la boda de la hija del ex-rey Constantino, la reina de Inglaterra, Gales y Escocia. Muy valenciana ella.
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