Mejorar lo mismo o el cambio M. VÁZQUEZ MONTALBÁN
No se habla de otra cosa que del nerviosismo de CiU, en parte motivado por la estrategia del suspense de Maragall y en parte por las flaquezas que está demostrando Jordi Pujol a estas alturas de su carrera. Es como si sus seguidores empezaran a desconfiar de él en vista de sus imprecisiones y deslices, incluso de gamberraditas como la de enviar comandos convergentes a votar en las primarias del PSC. Por otra parte, Maragall apenas salió de sus cuarteles de invierno, ha salido algo más de sus cuarteles de verano y espera el otoño para lanzar una campaña sprint a lo Cipolini, dejándonos tal vez para siempre en la duda de si hubiera podido ser Induráin u Olano. No es lo mismo. De momento parece condicionado por la lógica interna del PSC, en otro tiempo llamada de los capitanes, pero sería injusto insistir en esta graduación. Los capitanes ya merecen ser llamados coroneles porque los chicos han crecido y suman varios quinquenios. Si las personas están claras y son casi marcas, marca Pujol, marca Maragall, lo que no está claro es para qué se ha de votar en las elecciones autonómicas. Las dos marcas prometen lo mejor del elixir centrista, lo mismo, más de lo mismo o mejorar lo mismo. Maragall confía en la base de votos PSC-PSOE y trata de quitarle electores a Pujol en el terreno del centrismo menos céntrico pero al fin y al cabo centrado. Mejorar lo mismo podría ser su eslogan, y cuando el maragallismo utiliza la palabra cambio está planteando sólo un cambio de personas, equipos y tal vez maneras, cambio de por sí higiénico, necesario, porque el pujolismo se ha convertido en una rutina, en una pesadilla estética. Pero la izquierda ha luchado históricamente por un sentido del cambio que implicaba transformación de las pautas sociales, y si una parte importantísima de los catalanes se abstiene de votar en las autonómicas, es porque le parecen elecciones formales y manieristas que no van a alterar status más fundamentales y que sólo van a aportar el desahogo civil del llamado hecho diferencial. Esa izquierda catalana abstencionista, desengañada por la no oposición del PSC en el Parlamento o por las progresivas autodestrucciones del PSUC o de Iniciativa per Catalunya, guarda sus energías para votar en las generales y entonces CiU no gana, de lo que se deduce que las sucesivas victorias del pujolismo en las autonómicas se las dan los abstencionistas. De momento, la oferta de Maragall se ha presentado como un producto de mercado, mínimamente comprometido ideológica y programáticamente para sumar consumidores. La movilización social en torno al candidato ha tenido carácter de convocatoria de grupos sectorializados, pero ha rehuido la creación de un imaginario popular del cambio mediante movilizaciones de bases sociales. Se ha creado la conciencia de que hay un combate a un asalto para ver si Kid Maragall gana a los puntos o por KO técnico a Bum Bum Pujol, pero no hay una conciencia social de cambio necesario porque no se sabe muy bien qué ventajas guarda el estuche Maragall con respecto al estuche Pujol. ¿Y si dentro hubiera el mismo producto? De momento ya hay la sospecha de que ambos candidatos luchan por las mismas élites y se dan por conocidos y sabidos con respecto a las mayorías. Es dudoso que Maragall-PSC sólo en compañía de Ciudadanos por Maragall gane las elecciones. Puede mejorar la instalación del PSC en el Parlament y situar a Maragall como líder de la oposición, papel incómodo y políticamente muy mal retribuido. Este logro, en cambio, otorgaría al PSC como aparato un mejor y relajado pasar durante cuatro años. No hay que llamar al mal tiempo. Maragall puede ser el próximo presidente de Cataluña si la izquierda en su conjunto consigue vencer la batalla de la abstención y llega en situación de fuerza a los pactos poselectorales.
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