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Grupos de vecinos recorren Ca n"Anglada [HH] de noche amedrentando a los magrebíes

Durante el día, el ambiente se corta con cuchillo. De noche, los vecinos salen a la calle, los más jóvenes alborozados porque van a cazar "moros". Junto a los grupos de vecinos, actúan pequeñas bandas organizadas que juegan al ratón y gato con la policía. Mientras el gran grupo toma una dirección, los elementos más activos atacan tiendas y la mezquita con piedras o, lo que es peor, atacan a los magrebíes. Todos son jovencísimos y entre ellos abundan los cabezas rapadas. El clima de sospecha llevó a la detención de cuatro marroquíes que habían comprado hachas en una ferretería.

Ayer de madrugada, no sólo resultó herido un joven magrebí, que se recupera de tres navajazos en el tórax, sino que otro -muy cerca de la plaza de Ca n"Anglada- era cazado poco antes de llegar a su casa y sometido a una lluvia de golpes. El magrebí, golpeado, pateado e insultado con gritos de "¡puto moro!", consiguió refugiarse en su portal. Varios de los agresores llevan las cabezas rapadas y huyen cuando oyen sirenas policiales. En las calles quedan piedras, paredes chamuscadas y restos de la batalla, y en los muros de los edificios de baja altura de Sant Crispí y Sant Damià aparecen pintadas: "Moros, no" y, todavía más significativa: "Skinheads Catalunya. Oi!". Todo invita a la venganza. El cura párroco suplente, Jesús Navarro se queja de que "todo esto es incomprensible" y reparte críticas con equidad: "Hay un clima de vendetta justiciera asfixiante que se resume en la frase "que se vayan". Los magrebíes, que tratan de pasar lo más desapercibidos posible, también están encrespados. "Uno me dijo que si quieren guerra la tendrán", explica el párroco de la iglesia de Sant Cristòfor (de tradición obrerista), cuyas puertas, de madera, también están chamuscadas desde hace unos meses, como las de la mezquita de Ca n"Anglada. A las seis de la tarde de ayer, cuatro magrebíes eran detenidos cuando se encontraban plácidamente tomando un refresco en el bar Claret de Ca n"Anglada. Hasta ocho coches de la polícia municipal rodean el bar y una veintena de agentes sacan del establecimiento a los magrebíes y les intervienen una bolsa de plástico de la que sobresalen los mangos de madera de dos hachas de tamaño medio. "Sabíamos que algunos habían comprado esto hace unas horas y, tal como está la situación, estamos forzados a actuar", dice un policía a una de las señoras que atiende el bar, a modo de disculpa por el incidente. "¿Por qué nos detienen?" Fuera los magrebíes muestran sus papeles, que son legales, y se explican: "Yo tengo mujer y dos niños, no quiero problemas". "No hemos hecho nada a nadie, estamos aquí en paz", dice otro. "¿Por qué nos detienen?". Los agentes, muy educados, se los llevan explicándoles que hay una gran crispación ambiental. "Sabe mal, no se metían con nadie", reflexiona una de las señoras tras la barra, "ahora pensarán que les hemos denunciado". En la calle hay menos reflexión. "Tienen que irse a su casa", afirma un hombre mayor, con fuerte acento andaluz, que mira con desconfianza el paso de un coche de policía. "Conseguimos que arreglaran las basuras y todo peleando, y conseguiremos que se vayan peleando", dice una mujer sentada a la puerta de su casa.

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