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De la belleza

BEGOÑA MEDINACon meses de retraso y avatares, como es fácil que ocurra con sus recados, he recibido la segunda edición, corregida y aumentada, de febrero del 99 -la primera fue en enero del 99- de un Libelo contra los estetas. El autor, Juan Luis Romero Peche, ha cultivado casi todas las artes, el teatro, el cine, la literatura y no sé cuántas más, con inteligencia, con ingenio, con mucho sentido del humor y con imprevistos sorprendentes; cada obra, una aventura. Recuerdo un corto que realizó cuyo guión contaba con un león presente en escena todo el tiempo y del que, a partir de la mitad de la película, sólo se veía la cadena. El motivo fue que el león se asustó porque no reconoció a su amo disfrazado, destrozó todo lo que podía destrozar a su alrededor y, como no podían demorar el rodaje, tuvieron que drogarlo para salvar a los actores. A pesar de todo funcionó muy bien. Otra vez, ingenuamente, sin comprender que estaba en el límite de su terreno ironizable, le pedí que me dedicara un libro suyo, y me llenó una página de no se sabe qué con la mano izquierda; siendo él diestro, se comprende que no fuera legible. En el Libelo contra los estetas ("una embestida en favor de actitudes apasionadas", según el autor), Romero Peche le pone una "hache cortazariana" y la emprende contra los "hestetas" por muchas cosas difíciles de resumir, por abandonar el sentido clásico de la Belleza y sustituirlo con sucedáneos menos universales y más cercanos a nuestros sentimientos individuales. Dice Juan Luis que si tendemos a identificar la Belleza con el sentimiento personal es porque en estos tiempos andamos muy solos y sin defensas contra el sentimentalismo y las pasiones programadas que nos ofrecen a través de medios como la televisión. La contemplación de la Belleza, comenta el autor, es una afirmación de la ternura, una "conmoción solitaria y sumisa", muda, que los "hestetas" no deberían romper con palabras. Quienes no han pasado por la experiencia de caer en el arrebato frente a la Belleza, no saben "hasta qué punto se es insignificante". Yo creo que es por eso, porque Romero Peche lo sabe, o lo cree, por lo que se ríe tanto de todo, empezando por él mismo.

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