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Ella

Vestida de gasa con diversas tonalidades de marrón de exquisito buen gusto. Zapatos y echarpe a juego. En la noche festivalera de Benidorm, nada refrescante y por demás tediosa, lució su palmito como pocas, y caminaba cual pez en su elemento natural por las zonas reservadas para los personajes vips (¿existe para el PP alguien más very important person que ella?) sin necesidad de lucir acreditación, que conocida es de sobra. Con silla reservada, rodeada de autoridades y sin más escolta que la de su marido (todo lo que sube baja y el poder es siempre efímero), casi ha limitado sus apariciones en público a la celebración del evento musical cuyo rescate forzó cuando era concejal de la cosa. Se siente madre de la criatura, y siempre por estas fechas se deja ver para recoger la cosecha. Para ella comienza entonces el año natural, que mide de festival a festival. Sin uvas de la suerte, que ni falta que hacen. La tránsfuga más conocida de España se mantiene como epicentro de comentarios de todo tipo. No importa que hayan pasado ocho años. Ella es la primera, estigmatizada y original, y las Ramón-Llín&Company copias de segunda generación incapaces de mantenerse en la cumbre informativa más allá de un trimestre preelectoral. Desde aquel 1991, los concejales vienen y van mientras ella va sumando trienios, para desesperación de su ex compañeros socialistas. Lo acaba de decir el alcalde con claridad meridiana: Benidorm pagará sueldo público a Maruja Sánchez mientras el PP gobierne y ella quiera. Así es desde 1995, y así será al menos hasta el 2003. No importa el puesto. Ora recopiladora de carteles taurinos, ora asesora electoral o empleada sin cartera. Da igual; el caso es pagar y cobrar. Claro que ofrecer por explicación que el sueldo es recompensa por adelantarse al electorado al entregar su confianza al PP, en plan visionario, más que una respuesta es una burla. Digan mejor y en justicia que es imposición del beneficiario. Se sabe que ella es bailarina profesional, pero a lo mejor le da por cantar.

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