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Un riñón sólo para blancos

El racismo se ha colado en la sanidad británica. En un caso aparentemente único, un hospital público de la ciudad de Sheffield aceptó un riñón a pesar de las condiciones claramente discriminatorias que acompañaban su donación. La familia del fallecido exigió que el órgano tan sólo podría trasplantarse al cuerpo de un blanco. Asiáticos y negros, por muy necesitados que estuvieran, quedaron excluidos de los beneficios de un gesto, por lo general, altruista. El riñón fue utilizado para algún individuo de raza blanca, que recuperó la salud gracias a este acto de claros tintes racistas. "No me he opuesto al movimiento del apartheid durante toda mi vida para verlo ahora introducido en el Servicio de Salud Pública. Si se aplica en otras áreas también es incorrecto y debe frenarse", denunció ayer Frank Dobson, ministro laborista de Sanidad.

El responsable de la salud pública británica ordenó el pasado martes un informe urgente para esclarecer los hechos y exigir responsabilidades. "Puse en marcha la investigación en cuanto tuve noticia del caso. Debemos asegurar que no suceda otra vez", afirmó. El hospital Northern General de Sheffield, al norte de Inglaterra, donde murió el donante, se ha prestado de inmediato a "colaborar completamente" con el panel de investigadores que dirige Chris Kelly, del Ministerio de Sanidad, y ha señalado que no aprueba este tipo de racismo.

El centro sanitario cumplió aparentemente con los trámites pertinentes a la donación. Informó al servicio nacional de trasplantes, con sede en Brístol, de la disponibilidad del riñón y de las exigencias que le acompañaban. La base de datos de este centro incluye información sobre cerca de 7.000 pacientes a la espera de un órgano. Se estima que es la primera vez que la búsqueda de la persona adecuada excedía las condiciones básicas de tipo de sangre y tejidos humanos. "Independientemente de su procedencia, un órgano debe donarse sin tener en cuenta la raza, religión o color. Este caso sienta un mal precedente y estoy claramente en contra", declaró el profesor Roy Colne, especialista en trasplantes.

Su colega Andrew Bradley resaltó el carácter altruista que debe regir en estos casos: "El servicio nacional no debería aceptar donaciones con condiciones previas", dijo ayer.

La legislación británica en materia de trasplantes apenas se ha modificado desde su promulgación, en 1961. Sin referencias a las posibles exigencias del donante, la legalidad o criminalidad del reciente caso queda abierto a la interpretación, aunque ayer el ministro de Sanidad prometió legislar, si fuera necesario, para prevenir discriminaciones en función de la raza o religión del enfermo. "Nunca pensé que sería necesario regular normativas para mantener el racismo fuera del campo de las transfusiones de sangre o los trasplantes de órganos", señaló Dobson, visiblemente perturbado. Pero si la ley no está clara en la materia, las cuestiones éticas resultan también complejas.

El año pasado murieron en el Reino Unido 200 personas mientras aguardaban un órgano. Desde entonces, la lista de espera ha crecido en un 5,6%. Con los recursos limitados, la comunidad médica se enfrenta a un doloroso dilema. Si se rechaza una víscera en función de las condiciones impuestas por el donante o su familia, se puede poner en peligro la vida de un paciente crítico. Si, por el contrario, se decide utilizarlo, como en el caso que se investiga actualmente, se atenta directamente contra la ética profesional.

La Asociación Británica de Medicina abogó ayer por erradicar el racismo de la profesión. "A pesar de que se necesita cada órgano disponible debido al número elevado de gente que muere mientras aguarda un trasplante, no podemos permitir este tipo de discriminación. El concepto de la donación se basa en el altruismo: un regalo a otra persona sin ninguna condición. Introducir exigencias previas es muy peligroso. La mayoría de los donantes se alarmarían de saber que esto está ocurriendo", declaró un portavoz de la asociación.

Las encuestas señalan que una gran mayoría de ciudadanos, por encima del 80%, aceptan los beneficios de la donación de órganos. Pero, en el Reino Unido, tan sólo el 30% de la población lleva en su cartera la tarjeta de donante. En estos casos, la extracción se realiza con la máxima diligencia y el órgano pasa a ser propiedad del centro hospitalario en cuanto fallece el donante.

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