Fernández Buey y la crítica
"Por tanto, la condición previa y principal para hablar de futuro es que los militantes y afiliados de los partidos comunistas no hagan caso de estas voces externas: que no se disuelvan ni se desnaturalicen". Este consejo insertado en el segundo párrafo del artículo de Francisco Fernández Buey, titulado El mañana, el mañana, el mañana..., que se publicó en EL PAÍS el 27 de junio, describiría perfectamente los principios de cohesión de cualquier sociedad cerrada o secta. Su supervivencia estaría basada en la absoluta impermeabilidad con respecto a las críticas, siempre contaminadas, del mundo exterior. Al igual que los filósofos del significado, el señor Fernández Buey no tiene más que señalar que lo que propugnan sus adversarios (ideológicos, de clase, etcétera) no tiene sentido; lo que siempre será cierto, puesto que la carencia de sentido puede definirse en forma tal que cualquier polémica resulte, por definición, carente de sentido. Los marxistas ortodoxos suelen atribuir la disidencia de un adversario a un prejuicio de clase. Este método es fácil de manejar y rico en satisfacciones para quien lo usa. Pero es evidente que acaba con la base de la discusión racional, conduciendo, inevitablemente, al antirracionalismo y al misticismo. Esto sucede en todas las filosofías hegelianas, que no tienen recato en admitir la conveniencia de las contradicciones. Pero si no es necesario evitar las contradicciones, entonces se hace imposible la crítica, puesto que la crítica siempre consiste en señalar las contradicciones, ya sea dentro de la teoría criticada o entre ella y algunos hechos de la experiencia.- . .
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