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RAFAEL CASTRO COMPOSITOR Y CATEDRÁTICO DE MÚSICA

"Tenemos una extraordinaria generación de músicos, pero hay que apostar por ella"

"Es terrible desperdiciar un cerebro". Esa era la pintada preferida del cineasta Roberto Rossellini. La de Rafael Castro, compositor y catedrático de música, debería ser: "Es terrible para una sociedad desperdiciar un músico; y es terrible, para un músico, que la sociedad silencie o ignore su música". Y lo es más en el momento presente, "en el que existe una formidable generación de músicos jóvenes en todas las especialidades, una generación que necesita que le den oportunidades, que apuesten por ella los políticos y los programadores de actividades musicales" Un total de 85 obras hemos contado en la relación del catálogo de Rafael Castro Peña. Obras de música para orquesta, cámara, voz y piano, coro de voces mixtas, incluso una ópera en tres actos, Eddy (Edgar Allan Poe), sobre un texto de Alfonso Sastre. Rafael Castro (Villarcayo, 1935) es compositor y catedrático del Conservatorio Superior Juan Crisóstomo de Arriaga, en Bilbao. Procede de una familia de músicos y desde la capital vizcaína (donde estudió y se asentó desde niño) extendió sus conocimientos y creaciones por Alemania, Reino Unido y Francia, componiendo algunas de sus mejores obras en Múnich, París y Londres. Las paredes de su aula (piso segundo, número 4, del Conservatorio) están repletas de recuerdos y carteles musicales. La conversación fue un día especial: se cumplía un año desde el último asesinato de ETA. Pregunta. ¿Le gustaría poner música a un día como hoy? Respuesta. Los temas políticos me han interesado y preocupado desde niño. Y hay apuestas en las que no tengo ninguna duda. Siempre trabajé, utilizando la música, en favor de la libertad y de la tolerancia. Por eso, hoy o mañana, cuando fuera, haría lo que pudiera en favor de la paz. Sin duda. ¡Claro que compondría una obra musical! P. ¿Como ha sido ese su compromiso político? R. Natural, como suele ser el de los músicos. Actuaba como creo que debía actuar. No me afectaba, por ejemplo, que me prohibieran obras en aquellos antiguos "estados de excepción" que sufríamos con frecuencia. P. Los músicos que, además de componer, se dedican a enseñar, supongo que sentirán una satisfacción especial, ¿podría describir ese sentimiento? R. Al principio, cuando eres joven, piensas que lo de enseñar es una cortapisa para la creación. Después, a medida que avanza el tiempo, la enseñanza gana en interés porque te obliga a estar al día, a replantearte toda la historia de la música, y también te hace más fácil el hecho de crear y trabajar, no por el éxito o por la gloria sino por compartir eso que amas: la música. P. ¿También el contacto con las nuevas generaciones? R. Sí. Vives más de cerca las emociones y los problemas. Por ejemplo, el retraso considerable que sufrimos con respecto a Europa. Eso permite darte cuenta de que donde está el mejor campo, pese a todo, es en la enseñanza, trabajando con una puesta al día permanente, y entregando tu música y conocimientos a esos jóvenes que comienzan. P. ¿Con buenos frutos? R. La verdad es que sí. En estos momentos existe una formidable generación de músicos jóvenes. Y eso no se debe solamente a los profesores sino también a la siembra de una gran cantera. Ha habido años de una matriculación desorbitante. El resultado ha sido el que ahora vivimos: un grupo de grandes músicos en Euskadi. Sin embargo, estamos iniciando el proceso contrario: el del desierto. P. ¿Por qué? R. Por culpa de la LOGSE, una ley restrictiva que perjudica seriamente al alumno de música. El que quiere estudiar esta especialidad está obligado a compatibilizarla con la educación general y tal como está concebida ésta no deja tiempo para la música. Por eso se ha reducido muchísimo el número de alumnos. Hemos ido al extremo negativo. P. ¿Cómo solucionarlo? R. Simplemente copiando el ejemplo de otros países, donde se estudia música de forma compensada. El alumno puede aprender todo en un mismo centro. Urge el cambio y, como no se haga pronto, en el futuro nos podemos quedar sin músicos. P. ¿No hay otros factores que debilitan este interés actual por la música? R. Pues sí y son achacables a la sociedad que vivimos. La televisión, el ambiente, el carácter consumista, todo eso perjudica a la música. El oído está debilitándose en favor de la vista. No se oye, no se escucha, bastan las imágenes con pocas palabras, o los gritos. Hay en este sentido una deformación galopante. Y no sólo aquí. La música que se debiera escuchar se oye poco. Se está pasando de la música al ruido. P. ¿Y que hacemos con la generación de grandes músicos? R. En general están saliendo al extranjero, ayudados con becas e incluso sin ellas. Esta política puede ser buena a título individual y de hecho la utilizan otros países. Lo peor es cuando ya han conseguido ser buenos músicos y al volver encuentran un vacío que les desmoraliza y que debilita el carácter colectivo, cultural del país. Lo primero es la preparación: cuanto más aprendan aquí más aprovecharán fuera. P. Si repasamos la política musical vasca, ¿en que aspecto se ha mejorado más? R. En el de la recuperación de la memoria, el patrimonio. Hemos avanzado rescatando y conservando la música antigua, investigando y recibiendo un respaldo cultural importante. P. ¿Y en la difusión musical, con los grandes acontecimientos musicales y los nuevos palacios de la música? R. Los aficionados a la música tienen hoy muchas ofertas, en todas las capitales vascas e incluso en algunos pueblos. Esto es muy positivo, pero se ha hecho sin arriesgar. Existe demasiada atención por el repertorio clásico, lo que estaría muy bien si no se abandonara, como se hace, a los autores e interpretes de aquí, del siglo XX y a los que vienen ya para el nuevo milenio. Se sigue valorando más al de fuera y al clásico. Esto demuestra que hay inseguridad y miedo, y los encargos son rarísimos. P. ¿Quién debe apostar por esto: los políticos o la sociedad? R. Los políticos son los primeros que han de arriesgar. En otras cosas ya lo hacen, y merece la pena hacerlo por la música.

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