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Crítica:CRÍTICA - POP
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El tiempo no perdona

Mike Oldfield Jardines de Viveros. Valencia, 5 de julio de 1999.Si la calidad de un artista pudiera medirse en función de las cifras de ventas de sus discos o de la cantidad de aficionados que es capaz de congregar en un recinto de conciertos todo sería más fácil y, desde luego, no habría duda posible: la actuación del viernes, con la que el británico Mike Oldfield inauguró el programa de la Feria de Julio de Valencia, no admitiría otro calificativo que el de éxito rotundo. Sin embargo, la música y las matemáticas pocas veces congenian, y resulta absolutamente necesario acudir a otro tipo de argumentos menos precisos y objetivos para calibrar algo, ya de por sí, tan difícil de evaluar como la calidad de un producto musical. Cinco mil espectadores no pueden estar equivocados, apuntarán algunos. Además, nadie sería capaz de negarle a Oldfield el mérito de lograr reproducir sobre el escenario con puntillosa fidelidad cada detalle, efecto o arreglo con el que acostumbra a dar lustre a sus grabaciones. Una lujosa interpretación de sus propias partituras -que, eso sí, avala sin discusión posible el virtuosismo del compositor y la pericia instrumental de sus acompañantes: Claire Nicolson, Carrie Melbourne o Fergus Gerrand- en la que todos los cabos están perfectamente amarrados y no hay un solo espacio libre para la improvisación. Mike Oldfield, encima, y aunque sólo sea por haber firmado un debú histórico y millonario como Tubular bells (1973), ya se ha ganado un hueco privilegiado en cualquier enciclopedia del rock. Nuevas corrientes Es, precisamente, la etiqueta de clásico lo que, sin duda, atrajo a un buen número de espectadores -desde parejas de cuarentones hasta veinteañeros impecablemente ataviados de sport y con el móvil pegado a la oreja- y, de algún modo, justificaba el elevado precio de la entrada. Eso y el placer de poder presumir ante las amistades y compañeros de trabajo durante una buena temporada de haber presenciado en vivo y en directo al genio que -bajo la coartada de la experimentación y la espiritualidad- contribuyó a sentar las bases de la soporífera new age music y, durante toda su carrera, supo aplicar a la perfección las reglas más elementales del pop y el rock (más o menos progresivo) de orientación adulta. Quien crea que Oldfield se ha reinventado a sí mismo por aliñar con ritmos programados y efectos electrónicos, supuestamente inspirados en la música de los clubs ibicencos, su última revisión de Tubular bells -un ejemplo, el Far above de clouds con el que cerró la primera parte de su concierto- debería prestar mayor atención a las nuevas corrientes de la música electrónica. Lo mismo ocurre con los celebrados Moon light shadow o Family man -estratégicamente reservados para el capítulo de los bises- si hablamos de pop; aun siendo lo más aprovechable de su repertorio, han quedado desfasados y sólo aptos para encabezar el greatest hits del hilo musical de la consulta del dentista. Qué se le va a hacer: el tiempo no perdona.

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