El Rayo culmina su quinto ascenso
Nueva victoria del equipo madrileño ante el Extremadura en la promoción de ascenso a Primera
La mejor versión del Rayo apareció en el momento justo, en la promoción. La mejor versión del Rayo le hizo un roto de cuidado al Extremadura, en una faena de 180 minutos que dejó a los azulgrana por los suelos. Se despidió el Extremadura de Primera División con toda la dignidad del mundo y sin un gramo de fútbol. Fue el conjunto vallecano, por fin, un equipo grande en todos los sentidos, que supo ocultar sus defectos en el momento ideal. El Rayo es, desde ayer, equipo de Primera. Y nadie pondrá un pero a su ascenso. La temporada del Rayo fue lineal hasta que le entró el miedo que acompaña a los grandes momentos. El Rayo se ha pasado media vida en puestos de ascenso y tras una racha patética, un solo partido ganado de seis jugados, entró en barrena. Se encontró con una promoción que no merecía. Curiosamente, encaró ésta con un espíritu nuevo. Curiosamente, el Rayo encaró la promoción en ganador.
Rayo Vallecano: Lopetegui; Cota, Muñiz, Hernández (Amaya, m
71), Alcázar; Estíbariz, Pablo Sanz (Michel I, m. 70), Tiago, Llorens; Luis Cembranos y Bolo (Michel II, m. 80). Extremadura: Amador; Óscar, Félix (Espósito, m. 46), Poli, David (Cermelj, m. 80); Velamazán, Belenguer, Viaoud, Soto; Manuel y Duré (Gabrich, m. 61). Goles: 1-0. M. 52. Contragolpe del Rayo en el que Bolo habilita a Tiago y éste supera al portero. 2-0. M. 55. Arrancada de Llorens por la banda izquierda y su centro lo empuja Bolo en el segundo palo. Árbitro: López Nieto. Amonestó a Pablo Sanz, Poli, Viaoud, Luis Cembranos, Tiago, Michel I, Óscar, Expósito y Belenguer. Lleno en Vallecas. Unos 15.500 espectadores.
El partido arrancó con el guión previsto. No había razón para que el Rayo arriesgara lo más mínimo. El papel de valiente le correspondió al Extremadura, que apretó al dictado de un fútbol con tanta pinta de heroico como de poco aseado. Al abordaje se lanzaron los azulgrana desde el inicio, en busca de esa remontada en la que quizá creyeran, pero con la boca pequeña. A su fútbol le podía la ansiedad, como era de suponer, a la búsqueda de dinamitar los pronósticos y la lógica. El Rayo se dejaba hacer y se encomendaba a Luis Cembranos, el futbolista más iluminado de todos. Nada dijo Luis durante muchos minutos pero menos aún el Extremadura al completo, que contabilizó un par de tiros fuera de Duré. Ése fue su repertorio durante una primera parte histérica, gobernada por la sangre caliente del que sabe que lo tiene hecho, el Rayo, y el que sabe que mucho tiene que hacer para salir a hombros de territorio enemigo. Por si fuera poco, Lopetegui sacó una mano prodigiosa y evitó que el disparo de Soto (m. 35) permitiera al Extremadura seguir soñando. Inmediatamente contestó el Rayo con un jugadón de Cota, el futbolista que mejor supo leer un partido tan lleno de urgencias como éste, que se estrelló en el larguero.
Pero cualquier atisbo de duda murió en el descanso. Diez minutos le bastaron al Rayo para mandar las esperanzas de su rival a mejor vida. Con dos contragolpes el Rayo resolvió el partido, la eliminatoria y los nueve meses anteriores. El portugués Tiago firmó el 1-0 y antes de que se apaciguara el jolgorio llegó el segundo. Cuando el Extremadura quiso darse cuenta estaba en Segunda División. A partir del 2-0 el partido no tuvo más que el arrojo de los azulgrana y la fiesta de su rival, que tocó y tocó el balón hasta que llegó el pitido final, el que devolvió al Rayo, dos años después, a la Primera División.
Más allá de los argumentos futbolísticos que se vieron en el partido, que fueron todos insustanciales, el Rayo demostró desde el primer instante que había atrapado el ascenso. El buen fútbol, lógicamente, no encontró acomodo en un partido que, para el Extremadura, nació viciado con el 0-2 de la ida.
El Rayo se limitó a mantener la calma. Se sintió ganador desde que salió del vestuario y dejó que el Extremadura fuera levantando cartas. Ninguna era ganadora. Ninguna era un as que pudiera cambiar el rumbo de lo previsto. El papel de ganador estaba asignado. Si la pretensión de los de Benítez era que la defensa rayista, la mejor línea del equipo, ayer y siempre, fallara, menuda pretensión. Sin inmutarse se han pasado toda la temporada Muñiz y Hernández y no era cuestión de que se inmutaran ayer.
Ningún jugador del Rayo perdió el sitio y a ninguno le tembló el pulso. Las andanadas del Extremadura eran tan artificiales como los fuegos que al acabar el partido se vieron en Vallecas. Las pocas muestras de calidad las puso, como era de prever, Luis Cembranos, el único jugador que ayer se sintió capaz de cambiar, para bien o para mal, el rumbo de los acontecimientos. El Extremadura, herido como venía a Vallecas, no encontró ningún jugador de ese tipo. No le quedó más remedio que estrellarse contra un Rayo que empezó el día convencido de que era de Primera y lo despidió siéndolo.
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