Pollo nacional
A. R. ALMODÓVAR Va uno por la vida creyendo tener una idea clara al menos de los asuntos materiales más evidentes, cuando la necesidad de referirte a algo de manera precisa te muestra de pronto un lado insólito, una dificultad conceptual con la que no contabas. Hace pocos días, una cadena de supermercados empezó a emitir por la radio un anuncio que decía: "Consuma pollo nacional". Lo que en circunstancias normales hubiera sido simplemente pollo, ahora necesitaba de un atributo que lo distinguiera del pollo belga, ya saben por qué. Pero como el reclamo se difundía por una cadena de emisoras de amplia audiencia por toda la piel de toro y sus archipiélagos, seguro que los diseñadores de la campaña tuvieron en cuenta el rechazo que a estas alturas podía despertar en bastantes consumidores ese calificativo derivado de España, por muy humilde y saludable que fuera la ocasión. De ahí que prefirieran un complemento más atenuado: nacional. Pero no se sabe qué habrá sido peor, si la enfermedad o el remedio. Tampoco sé yo por qué pensé de inmediato: seguro que esto de "pollo nacional" no ha de gustarle nada al Jordi Pujol. Al padre Arzalllus, menos todavía, y con el pollo que tienen montado ahora que no le salen las cuentas del mercadeo poselectoral, figúrense. Lo que es Fraga, sin duda aprovechará la ventajosa ambigüedad del término. Pero incluso en Andalucía los habrá que, con esto de la ascensión del PA, se pongan a cavilar sobre tan resbaloso apelativo. (Ellos tienen un Comité Nacional que, naturalmente, se refiere sólo a Despeñaperros para abajo. Incluso los hay, más osados, que hablan de Andalus Norte, por oposición a Andalus Sur, más comúnmente conocido por El Magreb. Ahí es nada). ¿Cómo pretende usted engatusarme con eso de pollo nacional?, dirá un nacionalista cualquiera de esos territorios. ¿Me toma por tonto? Ciertamente es poco inteligente creer que no iban a reparar en la añagaza semántica, y que cada cual fuera a interpretar, a su conveniencia, pollo andaluz, gallego, catalán o vasco. Menudos pollos son éstos. Y flaco servicio le estaban haciendo los publicistas a nuestros sufridos criadores de pollo. Pero hay que ponerse en su lugar. (En el de los publicistas, en el de los criadores y en el de los pollos). Seguro que los primeros pensaron en otras posibilidades, pero a cual peor. Por ejemplo: "Consuma pollo estatal". Risible de todo punto, pues poco tiene que ver el pobre animal con esa esquiva abstracción político-jurídica que concierne a los habitantes de la piel de toro, sus archipiélagos y plazas fuertes. (La que hay que liar para no decir España). Otra: "Consuma pollo no belga". Excesivo. Además, podía incitar a consumir pollos franceses o ingleses; sólo faltaba eso. "Consuma pollo de su nacionalidad o región"; cierto tufillo discriminatorio. "Consuma pollo ibérico"; desconcertante asociación con "cerdo ibérico". No había salida. La realidad política ha ido tan deprisa que nos ha dejado ese hueco léxico-semántico que no hay forma de rellenar.(Lo que, tratándose de pollo, resulta doblemente inaudito). Salvo que a ustedes se les ocurra algo mejor, propongo provisionalmente esto otro: "Consuma pollo español y póngale la ensalada mental que quiera".
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