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Análisis postelectoral

El pasado día 11 de junio asumía personalmente el riesgo de pronosticar nuevos escenarios electorales para la política valenciana de la V legislatura. Lo que era un pronóstico arriesgado se cumplió la noche del domingo 13, especialmente en lo que se refiere a las elecciones autonómicas. El Partido Popular y su presidente en la Comunidad Valenciana, Eduardo Zaplana, obtuvieron en las urnas el respaldo a una gestión que, algunos, consideraron titubeante en sus comienzos, pero que en tan sólo una legislatura se ha consolidado entre los valencianos. Ahora nos encontramos ante un presidente aupado por la candidatura más votada en toda la historia de la reciente democracia valenciana. Las interpretaciones han sido de lo más diversas, algunas hasta cómicas, pero los analistas de ambas orillas han coincidido en resaltar el espectacular aumento de votos del PPCV en las elecciones autonómicas. Ahora, es preciso recordarlo, jugando a la contra: la estrategia diseñada por la oposición, en especial por el PSPV-PSOE, no buscaba ganar las elecciones, su objetivo era que los populares no alcanzasen la mayoría absoluta. Y ahí han fallado tanto la oposición como algunas de sus tan imprevisibles encuestas. La victoria popular no se ha forjado sobre las estrategias electorales del último mes, sino sobre la línea seguida a lo largo de toda la legislatura. La nitidez y la claridad con que el PPCV emitía sus mensajes iba calando de manera inequívoca en la sociedad. Frente a las luchas internas, ha habido unidad de acción; frente al titubeo oposición-gobierno, se ha ofrecido firmeza; frente a la improvisación, un programa claro y definido; frente al mesianismo folclorista, soluciones de futuro serias y realistas. La valenciana es hoy una sociedad que asienta su voto mayoritario sobre una posición centrada que se aleja tanto del centralismo uniformador como del nacionalismo excluyente. Ahí radicaban las claves de las victorias electorales del PSOE en la década de los ochenta. Y, probablemente, aquí se asienta ahora el éxito de la nueva mayoría popular. A la vez de este sucinto análisis, la quinta legislatura nos depara un nuevo escenario: un Partido Popular cohesionado y fortalecido, que deberá asumir, desde el Consell, una política de centro reformista hasta sus últimas consecuencias, con un marcado acento liberal y una especial sensibilidad hacia los problemas y necesidades sociales y, aunque se ha trabajado mucho en ese sentido, será necesario ir más allá para poder estar a la altura de las expectativas generadas en la sociedad. En particular, habrá que impulsar el empleo y la extensión y calidad de los servicios públicos para responder a las demandas cada vez más exigentes de una sociedad que ha hecho del bienestar general uno de sus ejes prioritarios. Quedan todavía otras grandes cuestiones por resolver, como las relativas a la Academia Valenciana de la Lengua y a la reforma del Estatuto. La mayoría absoluta, pese a su amplitud, no resuelve estos problemas de manera automática. Se impone el diálogo y el consenso, y el PPCV deberá articularlo para, de una vez por todas, superar el ensimismamiento crónico que ha esterilizado algunas de las mejores energías del pueblo valenciano. Lo que espera al socialismo valenciano durante los próximos años no es menos apasionante. Estar a la altura de sus electores no será fácil, como tampoco lo será ofrecerles un progama político realista e ilusionante. Acabar con personalismos transnochados y dar forma a una labor de oposición seria y responsable es el paso previo para convertirse en una verdadera alternativa. Al mismo tiempo en EUPV se inicia un debate en el que se adivinan profundas convulsiones marcadas por los muy negativos resultados electorales. En consecuencia, resultaría deseable que estas circunstancias se superaran positivamente, a fin de que la relación gobierno-oposición se sitúe al margen de una oposición condicionada, de momento, por luchas internas, bien sean de liderazgo (PSPV) o de identidad (EUPV). Por su parte, las opciones regionalista y nacionalista, UV y BNV, no han sabido achicar los espacios que la amplitud del campo de juego ponía a su disposición. Las condiciones óptimas para formar un nuevo equipo que el espacio sociopolítico les ofrece -no hay que olvidar que entre UV, el BNV, IPCV y AV han acaparado más del 10% del electorado- no ha sido suficiente para que abandonen sus diferencias y de una vez por todas ofrezcan a la sociedad un proyecto común. Sus oportunidades tienen fecha de caducidad, y las próximas generales están a la vuelta de la esquina; por ello la reflexión no debe alargarse sine die. El voto puede ser ideológico, pero el abuso de la paciencia ciudadana desideologiza. En conclusión, considero que el PP avanzará hacia posiciones más valencianistas, consolidándose en el centro reformista; el PSOE apelará al voto útil, y sólo una propuesta unitaria que sea capaz de unir a la mayoría de los votantes de UV y del BNV podrá conseguir lo que hasta ahora ha sido imposible: una fuerza política valenciana estable de tintes nacionalistas. Cuenta el PP con un programa electoral, triunfador en unas elecciones, que debe ser llevado a la práctica. Observamos un vacío clamoroso en la oposición, que deberá ser llenado con programas, personas y modos para consolidar una alternativa hoy por hoy inexistente. Detectamos la existencia de un espacio político valencianista que aguarda la plataforma política adecuada para dejar de ser una posibilidad y materializarse en algo tangible, influyente y constructivo. Es el momento, pues, de exigir propuestas, de exigir a todos los que de una manera u otra participan en la política valenciana que se definan, que enseñen sus cartas, que expresen sus puntos de vista y lo hagan con valentía y responsabilidad.

Rafael Blasco Castany es subsecretario de Planificación y Relaciones Externas.

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