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Los partidos abordan la semana decisiva sin haber cerrado ningún pacto

Los partidos inician hoy cinco días determinantes antes de que el próximo sábado se constituyan los ayuntamientos y queden elegidos los alcaldes de todos los consistorios. Descartados los pactos globales, tanto entre nacionalistas y socialistas, como entre éstos últimos y el Partido Popular, la única seguridad hasta el momento es que los cabezas de lista de las candidaturas más votadas el 13-J se convertirán en los alcaldes de la mayoría de las localidades.

En contraste con la situación tras las elecciones de 1995, hasta los candidatos de Euskal Herritarrok, la nueva sigla de HB, gozarán del respeto a su condición de primera fuerza allí donde la tengan, fundamentalmente en municipios guipuzcoanos. Los socialistas, colocados en una posición clave y a la vez cómoda por el veredicto de las urnas, que les permitiría decidir en muchas de las instituciones en juego, se han mostrado contrarios a dejar fuera del mapa de poder local a ninguna fuerza política: no han querido contribuir a aislar al PP donde éste ha triunfado y tampoco han intentado desplazar a EH, entre otras cosas por ser conscientes de que tampoco el PNV estaba por la labor. El papel protagonista que las elecciones le han dado a la hora de articular pactos y su decisión de rechazar un acuerdo con los nacionalistas contra el PP tiene una cara adversa para el PSE: el riesgo de quedar fuera de los dos gobiernos forales donde todavía permanecen, las diputaciones de Guipúzcoa y Vizcaya, así como los ayuntamientos de Bilbao y Vitoria. Los socialistas tienen también en el aire la fórmula de gobierno para los grandes ayuntamientos de la margen izquierda y del cinturón de San Sebastián, donde funcionó en el período anterior la alianza con el PNV. La ejecutiva de Vizcaya escuchará hoy la opinión de los alcaldes de Barakaldo, Sestao, Portugalete y Santurce y espera hablar de nuevo con el PNV en una fecha de esta semana aún por concretar. Esas dificultades y su ausencia de las diputaciones puede ser el castigo que le imponga el PNV y el precio que deban pagar los socialistas por no haber aceptado el pacto global que les propuso el partido de Arzalluz. La rápida evolución de los acontecimientos en Euskadi desde hace un año no permite, sin embargo, afirmar que ésa vaya a ser la situación que se consolide durante los cuatros años del mandato de las instituciones locales. De hecho, en el PNV crecen las reticencias a dejar avanzar más a EH. Concretamente, existe una notable resistencia a integrar a la formación de Otegi en la Diputación guipuzcoana, institución a la que los abertzales quieren acceder a toda costa. El fracaso de la coalición nacionalista, cuya única virtualidad puede haber sido impedir que EH exhibiera a estas horas su condición de primera fuerza en Guipúzcoa, aconseja prudencia al PNV y EA con respecto a sus socios de Lizarra y del Parlamento vasco. Máxime cuando éstos no ocultan su estrategia de fortalecerse en las instituciones provinciales y locales, y ven como algo meramente instrumental su apoyo al Gobierno de Ibarretxe en el Parlamento. Con su salida de las diputaciones de Guipúzcoa y Vizcaya, el PSE puede quedar fuera de los principales órganos ejecutivos del País Vasco, salvo en los ayuntamientos donde consigue mantener sus alcaldes, con San Sebastián como gran baluarte. Odón Elorza, en ese caso, no podrá gobernar con los nacionalistas, tal y como deseaba. Su propuesta de integrarlos, junto al PP, en el equipo ejecutivo del ayuntamiento donostiarra tiene todos los visos de ser impracticable, lo que le abocaría a gobernar con los populares, ya que el bloque PNV-EA-EH sí funcionará como oposición unida en la corporación. Falta también una reunión decisiva entre el PP y el PSE en Álava para ver el destino de la alcaldía de Vitoria. Los socialistas la reclaman como contrapartida por permitir a los populares que accedan a la Diputación, pero éstos no están por la labor.

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