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Glorioso Valencia

El equipo de Ranieri desarboló en todo momento al Atlético en la final de Copa, y Mendieta consiguió un gol sensacional

Santiago Segurola

Doce meses después de comenzar una extenuante temporada, el Valencia cobró a lo grande una pieza que le evitaba desde hace veinte años. Ganó la final de Copa con una facilidad abrumadora, marcando distancias insalvables sobre un Atlético menor, el Atlético lleno de limitaciones que ha penado a lo largo del año. No hubo otro partido que el establecido por el equipo de Ranieri. De su autoridad no quedó duda, hasta el punto de convertir el encuentro en un monólogo con algunos protagonistas fundamentales: Mendieta, autor de un gol colosal, Ilie y Piojo López, que se despidió a lo grande en el tercer tanto. Tantas veces relacionado con el azar, el fútbol fue estrictamente lógico en la final, disputada en medio de un ambiente enardecido, testimonio de la importancia que debería cobrar este torneo, tan abandonado en los últimos tiempos.

ATLÉTICO 0

VALENCIA 3Atlético de Madrid. Molina; Geli (m.63, Roberto Fresnedoso), Santi, Chamot, Serena; Aguilera, Bejbl, Valerón, Lardín; Juninho y Jose Mari. Valencia. Cañizares; Angloma, Roche, Djukic, Carboni (m. 90, Juanfran); Farinós, Milla, Mendienta Vlaovic (m. 62, Angulo); Ilie y Claudio López (m. 87, Bjorklund). Goles. 0-1. M. 23. Claudio López remata de volea con la zurda dentro del área un centro meditado de Mendieta desde la izquierda. 0-2. M. 30. Mendieta controla un balón difícil, con el pecho y luego con el muslo; se hace un autopase con la derecha y remata de volea con la izquierda tras elevar el balón sobre Bejbl y Aguilera. 0-3. Saque de Cañizares larguísimo para Claudio López, que regatea a Molina. Árbitro. Díaz Vega. Amonestó a Jose Mari y a Chamot. Final de la Copa del Rey en el estadio Olímpico de Sevilla. 59.000 espectadores que llenaron las gradas.

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Con todas las razones futbolísticas en la mano, el Valencia superó al Atlético con una claridad meridiana. Se defendió mejor, atacó con más recursos, ganó los combates colectivos y los individuales, redujo al Atlético a su versión más pobre y estableció en el marcador la autoridad que demostró en el juego. Así de sencillo, sin espacio para las dudas. En un largo tramo del primer tiempo, la distancia entre los dos equipos fue sideral. No extrañó que el partido se ventilara en ese periodo, con dos voleas de Piojo López y Mendieta. Lo de Mendieta fue más que un remate perfecto. Fue una belleza de gol.

El partido quedó definido muy pronto. El Valencia supo exactamente lo que quería y ejecutó un plan sin concesiones. A través de una presión aplastante, con la línea defensiva muy adelantada y con la colaboración de los delanteros en el acoso, desarmó al Atlético, que sufrió lo indecible para encontrar el hilo al juego. No lo consiguió casi nunca. Sin medidas para desautorizar el impecable trabajo defensivo del Valencia, el Atlético sólo utilizó el simplón recurso del pelotazo a José Mari, condenado al peor de los castigos. De espaldas a la portería, apretado con saña por los centrales valencianistas, José Mari no agarró ni uno de los pelotazos que le llovían.

Uno por uno, los jugadores del Atlético se resignaron a su triste situación. Desecharon la posibilidad de elaborar un poco de juego en el medio campo, abrumados por la presión de sus rivales y por su incapacidad para ayudar a Valerón. Bejbl pasó de puntillas por el partido y Juninho volvió a quedar preso de su confusión. Y aunque parecía cierto que Valerón era el único futbolista capaz de encontrar vías de salida al Atlético, apenas fue utilizado. No le encontraron o no le buscaron con la convicción necesaria. Porque la única posibilidad del equipo de Antic pasaba por Valerón, futbolista de aspecto delicado pero de trazo cortante.

Reducido al monotema del pelotazo, el Atlético abrió la pista al Valencia, que se sintió segurísimo de sus posibilidades. Línea por línea, sacó ventaja en el juego. La defensa evitó con solvencia la amenaza de José Mari. Primero porque eran más y segundo porque nadie cometió distracciones frente a los incesantes desplazamientos largos del Atlético.

En el medio campo, la autoridad del Valencia se estableció principalmente en la recuperación de la pelota y en la negativa a conceder líneas de pase. De la delantera cabe decir que generó una preocupación enorme en los defensores rojiblancos. Con una consideración añadida: el Atlético defendió tan atrás en el primer tiempo que se le volvió un problema capital. Se partió de manera irremediable frente a un adversario que destacó precisamente por lo compacto de su estructura.

En el puro juego, el Valencia hizo un aprovechamiento extraordinario de su autoridad en la banda izquierda, donde se decidió el partido. Ilie y Mendieta resultaron imparables.

El partido de Mendieta fue colosal. El jugador vasco entró ayer en el recuerdo duradero de todos los aficionados. El segundo gol valencianista de ayer se pondrá a la altura de aquél que él mismo consiguió en el Camp Nou al rematar de volea un saque desde el rincón. Esta vez dominó con el pecho en la frontal del área (en la posición de delantero centro) un balón difícil, destinado en principio al remate de cabeza. No dejó que el cuero cayese al suelo y lo dejó botar sobre el muslo, se hizo un autopase con un sombrero sobre Bejbl y Aguilera, que se quedaron mirando al suelo cuando el balón volaba, y, antes de que llegase la suela de Santi, empalmó un cañonazo según bajaba el balón hacia su empeine. El principal mérito de la jugada consistió en que tanto el primer control con el muslo como el autopase con gorro incluido los hizo con la pierna derecha, mientras que el sensacional disparo lo armó con la izquierda.

Además, Mendieta estuvo en todas y en todas ganó. Su actividad generó problemas sin cuento en el Atlético, que no conseguía descifrar a este dinámico centrocampista, firme para defender, listo para asociarse y constante en sus llegadas al área. Un jugador que se dispone a traspasar la frontera que separa a los buenos jugadores complementarios de los excelentes futbolistas.

Ilie, tan decepcionante durante la temporada, abusó de Geli y además interpretó perfectamente las necesidad del juego. Cargaba por la izquierda y descargaba hacia la derecha para buscar el flanco contrario. Una pesadilla que el Atlético no consiguió remediar.

Cuando Antic pretendió arreglar los problemas, la derrota ya era segura. En el segundo tiempo, se adelantó la defensa y Molina actuó como libre. Pero el Valencia había cobrado la ventaja suficiente, y lo había hecho con dos excelentes goles. Uno de ellos, maravilloso: control y sombrerazo de Mendieta sobre dos jugadores del Atlético (Bejbl y Aguilera), voleando después con la zurda ante el delirio de la hinchada, que coreó su nombre con muchísima razón.

Mendieta encabezó el cartel de un equipo que se dio la baile en el segundo tiempo, segurísimo de su autoridad frente a un rival que claudicó de forma visible. Roto por todos los costados, el Atlético vivió el infierno que supone un duelo decidido bien pronto y rematado a la manera que ha caracterizado al Valencia durante la etapa de Ranieri: un pase rápido y largo (de Cañizares) a Piojo López, que desbordó en los tres cuartos a Molina y se lanzó como un avión hacia al portería. El gol que cerraba su brillantísima temporada y su carrera en el Valencia. No encontró mejor noche que ésta memorable.

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