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La guerra sucia de los ayatolás

El agente secreto Emami se suicidó de una manera muy impropia de un alto funcionario: con polvos de depilar

El agente secreto iraní Said Emami murió de una manera impropia de un alto funcionario que durante los últimos años estuvo tuteándose con el poder en Teherán. Una simple dosis de polvos para depilar provocaron la semana pasada la muerte de este funcionario cuando estaba detenido en una cárcel de máxima seguridad mientras era investigado por su supuesta implicación en la guerra sucia que los sectores conservadores del régimen de los ayatolás han desencadenado contra el ala liberal. Tratan de hacer fracasar los planes políticos de los reformadores, que aspiran a modificar el sistema religioso desde dentro e incluso reconciliarse con Occidente. Los primeros informes hablan de suicidio, pero todos los observadores coinciden en calificar la muerte de este agente como de "inducida" o "provocada". Said Emami, alias Said Eslami, fue un agente precoz de los servicios secretos iraníes. Empezó a trabajar para el Ministerio de Información en los primeros años de la revolución islámica, cuando la red de informadores no se encontraba aún articulada perfectamente y él se encontraba estudiando en una universidad de Estados Unidos. Recibió entonces su primer encargo de las autoridades de Teherán: adquirir material sofisticado de escucha y hacerlo llegar hasta Irán sorteando el hermético embargo comercial que la Casa Blanca había decretado contra el régimen de los ayatolás, según aseguran responsables de la oposición en el exilio.

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La carrera de este agente, miembro activo de los Guardianes de la Revolución, fue vertiginosa y brillante, gracias a la protección que le dio el hoyatoleslam (grado inferior al de ayatolá) Alí Fallahian, que con el tiempo se convertiría en uno de los primeros y más polémicos ministros de Información, responsable, entre otros, del atentado acaecido en 1992 contra un bar en Alemania (caso Mykonos) en el que murieron cuatro disidentes iraníes.

Said Emami sería ascendido a su regreso a Teherán, convirtiéndose en un agente de confianza de la cúpula de los servicios secretos. Emami participó activamente en la fundación y estructuración de un de fanáticos semiclandestino bautizado con el nombre de Fedayín Islam (Luchadores del Islam), que el propio Ministerio de Información puso en pie para vigilar y castigar a los detractores del régimen de los ayatolás.

Aquella primera experiencia permitió más tarde, en 1997, tras la celebración de las elecciones presidenciales y el nacimiento de una corriente reformadora dentro del régimen religioso, constituir un segundo ejército secreto de élite: el Comité de Operaciones Especiales, constituido en su mayoría por miembros de absoluta confianza de los Guardianes de la Revolución agrupados en una célula autónoma conocida como Al Qods (Jerusalén), a la que se le añadieron, como refuerzo, otros funcionarios especiales del Ministerio de Información.

El Comité de Operaciones Especiales ha tenido como objetivo controlar y desactivar los movimientos de los sectores reformistas y liberales de la sociedad iraní, especialmente críticos con el concepto religioso-político del velayat-e-faqih, encarnado por el Guía Supremo de la Revolución, el ayatolá Alí Jamenei.

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La guerra sucia de esta tropa se ha desarrollado así en el entorno político, social y económico del presidente de la república, Mohamed Jatamí, portavoz y motor desde hace tres años del movimiento reformador y liberal.

Las primeras víctimas de este grupo de combatientes fueron cinco intelectuales y políticos liberales, entre ellos el matrimonio compuesto por Dariush Foruhar y Parvaneh Eskandari, responsables del Partido Iraní del Pueblo, de carácter laico, que fueron asesinados y sus cuerpos salvajemente mutilados a cuchilladas en su domicilio de Teherán el 21 de noviembre pasado. Estas muertes coincidieron con una serie de ataques vandálicos contra cines, editoriales, redacciones de periódicos y portavoces del movimiento reformista y liberal.

Los turistas y hombres de negocios extranjeros se han convertido también en objetivo de este grupo de fanáticos que intenta hacer fracasar por todos los medios el proceso de apertura del régimen que el presidente Jatamí trata de impulsar desde hace tres años, incluyendo la reconciliación con EEUU y los países europeos, para poner fín al aislamiento del régimen y reflotar su economía.

El pasado febrero, tras esta oleada de atentados y asesinatos, el Gobierno trató de tranquilizar a la población anunciando la detención de algunos de los responsables de estas acciones: 27 personas, entre ellas el agente Said Emami, fueron detenidas y encarceladas en una prisión de máxima seguridad bajo custodia del Ejército, lo que no impidió la semana pasada que el acusado y sospechoso número uno se suicidara de una manera tan misteriosa y enigmática como la que había venido trabajando durante toda su vida.

"Solamente una organización internacional e independiente puede investigar todos estos crímenes", reclama Parastu Foruhar, familiar de una de las víctimas, haciéndose eco de un mensaje reiteradamente lanzado por las organizaciones de derechos humanos como la que liderara Patrick Boduin, que ha hecho público un informe sobre la situación interna de Irán titulado Demócratas tomados como rehenes.

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