Homosexuales, pero cristianos
"La Iglesia ha hecho muchos avances, pero hoy en día la jerarquía aún considera que el acto homosexual es un comportamiento intrínsecamente desordenado". Enric Vilà, presidente de la Asociación Cristiana de Gays y Lesbianas (ACGIL), resume así el principal reproche que este grupo de un centenar de hombres y mujeres hace a la Iglesia católica, de la cual, como fieles, también forman parte. Su condición homosexual y su fe cristiana les llevan a ser extremadamente críticos con la postura oficial de la Conferencia Episcopal Española. Los miembros de ACGIL están a favor del matrimonio entre homosexuales, de que puedan adoptar a niños y del uso del preservativo como arma contra el sida. A juicio de Vilà no sólo se trata de convencer a la jerarquía para que afirme, como la Organización Mundial de la Salud, que la homosexualidad no es ninguna enfermedad, sino de "normalizar" la vivencia cristiana dentro del ambiente. "Muchos huyen cuando huelen tufillo a púlpito", asegura. ¿La razón? "La Iglesia ha reprimido siempre a los homosexuales. Su mensaje es negativo, culpabilizador, menospreciativo y atenta contra la dignidad de las personas. Se considera que el homosexual es un pecador". El rechazo y las reticencias le llevan a afirmar, medio en serio, medio en broma: "No estamos en las catacumbas, pero nos encontramos bastante a oscuras". Dentro de las actividades del grupo -que tiene su centro de operaciones, como otras cinco asociaciones de homosexuales, en la sede de la Coordinadora Gay-Lesbiana en Barcelona- están las ceremonias de bendición de parejas homosexuales. Son celebraciones al margen de la Iglesia oficial, no clandestinas, pero sí desconocidas aún para la mayoría de fieles. No se trata de matrimonios al uso, pero están oficiadas por sacerdotes. "Dentro de la Iglesia", dice Vilà, "los homosexuales deberían tener derecho a acceder a todos los sacramentos. Entre ellos, al del matrimonio". Pero matiza que ACGIL respeta el derecho de cada pareja a buscar su fórmula de unión. Respecto a los sacerdotes que ofician este tipo de ceremonias, Vilà reconoce que "se encuentran con un problema". "Por un lado", explica, "quieren aceptar la doctrina oficial, y por otro, quieren atender y acoger a las personas individuales". No sólo entre los feligreses hay homosexuales. "Hay sacerdotes que lo son. Y monjes. Ellos eligen el celibato y pueden vivirlo con normalidad. No es más difícil para ellos que para el resto", afirma. De ellos también depende, según Vilà, el fin del silencio acerca de estos asuntos y la aceptación de la homosexualidad por parte de la jerarquía. Vilà traza, en tres categorías, el prototipo del rechazo a los homosexuales: "O bien son personas de edad avanzada, o procedentes de ambientes rurales, o la gente que alberga sentimientos religiosos". La mayoría de personas que se ha acercado a ACGIL lo ha hecho con la sensación de que tiene que decidir entre una mano y la otra: o ser homosexual o permanecer dentro de la Iglesia. Pero recuerda que "ser homosexual no es algo que se pueda escoger". Y que, desde un punto de vista cristiano, "no se puede sostener que Dios rechace algo que él mismo ha creado". Sin embargo, muchos de ellos no han llegado a comunicar su condición de homosexual o lesbiana a su familia. Vilà quiere dejar muy claro que no todo es rechazo dentro de la Iglesia. En el tiempo en que llevan asociados, desde 1991, se han entrevistado con varias comunidades, como las de los monjes de Poblet y de Montserrat, "modélicas", asegura, por su receptividad. Y con el obispo de Girona, Jaume Camprodon, una persona a la que califica de "dialogante y abierta". No como el arzobispo de Barcelona, Ricard Maria Carles, con quien no se han podido entrevistar: "Los temas sexuales le dan miedo", reprocha. El cometido de ACGIL, que se sostiene gracias a subvenciones del Departamento de Bienestar Social y del área de Derechos Civiles del Ayuntamiento de Barcelona, es, pues, "normalizar el hecho homosexual dentro de la Iglesia y comunicar que el mensaje de Jesús, quien nunca dijo nada sobre la cuestión homosexual, es liberador". El presidente de ACGIL tiene claro que el cambio de mentalidad de la jerarquía eclesiástica "no vendrá precisamente de arriba", sino que tienen que ser los propios fieles homosexuales quienes, con su testimonio, se hagan "visibles". Un objetivo en el que les acompaña el Foro Europeo de Grupos Cristianos de Gays y Lesbianas, creado en 1983, y Dignity, un movimiento que trabaja, desde hace 30 años, en Estados Unidos.
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