CINE GENUINAMENTE AMERICANO EN MOSCÚ
Las encuestas demuestran que la hostilidad contra EE UU ha crecido como la espuma en Rusia tras la guerra en Kosovo, pero eso no quita para que lo genuinamente americano siga pegando fuerte en una sociedad que oscila a veces entre el nacionalismo sin motivo y el más absurdo papanatismo. Un buen ejemplo es la apertura en las afueras de Moscú, cerca de donde el presidente Borís Yeltsin tiene un piso, de una de las más características imágenes de marca estadounidenses: un drive-in, es decir, un cine al aire libre para automovilistas. Tres avispados empresarios, Alexandr Volkov, Viacheslav Loshkariov y Vasili Lavrov, intentan atraer a su Kinodrom a parte de la fauna nocturna de la capital rusa a un precio nada despreciable, por cierto: 195 rublos, unas 1.300 pesetas, o, si se prefiere otra referencia, algo así como la tercera parte de lo que cobran cada mes muchos de los millones de pensionistas. Dos proyectores del antiguo cine Octubre de la calle Novi Arbat (que ahora se está convirtiendo en el primer gran multicine de Moscú) se utilizaron el pasado fin de semana para ofrecer a una audiencia todavía un tanto desconcertada dos películas de acción, norteamericanas por supuesto: Virus y Arma letal 4, el último engendro con el que Mel Gibson compensa con buenos puñados de dólares su participación en producciones de más entidad artística. Las proyecciones comienzan después de las once (cuando cae la noche), y para oír la banda sonora hay que conectar las radios de los automóviles en una cierta frecuencia. Los pocos asistentes sin radio sólo tuvieron cine mudo. Curiosamente, los drive-ins van de capa caída en su lugar de origen: sólo quedan unos quinientos de los 5.000 que llegó a haber en su época dorada.-
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