_
_
_
_
Tribuna:LA CRÓNICA
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Las vacaciones de los héroes PONÇ PUIGDEVALL

El día que me venció la curiosidad y fui al Museo del Cine de Girona para ver la selección de tráilers de películas famosas que se exhiben con el título de Formes de seducció, recordé un texto escrito en agosto de 1980 por Pere Gimferrer. Se llamaba Tornen els herois. Figura en el segundo volumen de su Dietari, y era un emotivo elogio de personajes como Fletcher Christian, el sublevado de la Bounty, el capitán Achab y Davy Crockett, de Rhet Butler y de aquel borracho y aquella misionera que emprendieron una acción de sabotaje a bordo de La Reina de África. Era un elogio de los actores que les dieron rostro y de una forma de producir y hacer películas que poca relación tiene con la predominante en las últimas décadas, unas películas que cualquier espectador de mi edad podía conocer gracias a las sesiones televisivas de los sábados por la tarde. Pero las palabras de Gimferrer dejaban también un margen para la queja, y se preguntaba por qué aquellas películas sólo se podían ver en los cines cuando llegaba el verano y disminuía la oferta de una cartelera absolutamente rutinaria y sin imaginación. Y mientras empezaba la proyección en la sala vacía del museo y la pantalla se iluminaba con fragmentos de películas como Frankestein o El enemigo público, mientras empezaba la muestra de las estrategias de promoción, seducción y venta diseñadas por los departamentos comerciales de los grandes productores, pensé que 20 años después del texto de Gimferrer, el espectador ya no disponía ni de una sola ocasión para disfrutar en su medio natural, en una pantalla grande, las películas homenajeadas en esta muestra del Museo del Cine. Pensé que 20 años después, a pesar de la abertura de cines multisalas por doquier, a pesar de casos aislados tan ejemplares como el de las salas Méliès de Barcelona, era imposible acercarse a estas películas lejos de circuitos especializados como la Filmoteca. Pensé que por culpa de las leyes de la competencia, ni la programación rutinaria ni la falta de imaginación se iban nunca de vacaciones. Mientras las promesas que contenían los fragmentos de películas como El viaje de Sulivan y La reina Cristina de Suecia seducían gracias a su maestría suficientemente reconocida, iba también descubriendo que aun en las estrategias comerciales pueden detectarse los cineastas con un puro instinto visual. Había películas que basaban su esfuerzo de convicción para atrapar espectadores en el uso insistente de los adjetivos encomiásticos más recurrentes en los labios de los vendedores de feria, pero la eficacia de estos burdos recursos verbales quedaban superados cuando el poder de persuasión se hallaba en el uso de los recursos inherentes al medio cinematográfico, cuando la propaganda desaparecía y se permitía que la forma de seducción fueran la voz de los actores y la imagen. Para promocionar Ciudadano Kane, Orson Welles aprovechaba la riqueza de su voz y el aspecto teatral de los platós, los hermanos Marx llevaban al delirio los títulos de crédito de Una noche en la ópera, y Howard Hawks y Bogart recurrían con malicia al juego intertextual para anunciar El sueño eterno y reírse, de paso, de El halcón maltés. Pero quien debe llevarse los aplausos más fervorosos es Alfred Hitchcock en su papel de eficiente vendedor de pisos, enseñando las habitaciones, desde el recibidor hasta el baño, de la casa que preside como una amenaza todas las secuencias de Psicosis. Habrá quien recuerde con nostalgia las circunstancias personales en que vio por primera vez estas películas, habrá quien recupere algunos gestos de un actor y habrá quien se reconozca en alguna frase memorable o en el compás de alguna melodía, y habrá quien lamente ignorar los criterios selectivos que se han seguido para organizar esta exposición. Pero también habrá quien recuerde el texto que escribió Pere Gimferrer y no entienda, si 20 años atrás los héroes de siempre volvían al menos una vez al año a las pantallas de los cines de verdad, por qué razones ahora se encuentran de vacaciones obligadas como si alguien con escaso juicio hubiera decidido su jubilación. A veces me digo que dejé de ir al cine el día que descubrí que era incapaz de compartir emociones y secretos del corazón al lado de desconocidos que invadían con los brazos la butaca ajena, al lado de desconocidos que cometían la bajeza de devorar como posesos palomitas de maíz y otras porquerías. Pero también sé que rectificaría con entusiasmo mi decisión el día que la cartelera cinematográfica me regalara el placer de contemplar en una pantalla de cine las películas que ahora se anuncian inútilmente en el Museo del Cine. Sé que ni la mala educación de los desconocidos ni sus rudimentarios gustos alimenticios impedirían que fuera a festejar el fin de las vacaciones de los héroes cinematográficos de calidad.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_