Resaca
Como todo ciudadano de buena voluntad, yo también seguí la campaña de las elecciones autonómicas, municipales y europeas hasta el límite de mis fuerzas, y como cada quisque escuché frases que en boca de personas normales producirían espanto, hilaridad, o ambas cosas. Por el lado de la hilaridad, he oído decir a Molins (tocado) que él era el único candidato catalanista de Cataluña, a Pilar Rahola (hundida) que ella era una rebelde y que por eso defendía a los pequeños comerciantes y a los animales. En razón de lo que oía a veces me preguntaba, ¿están en sus cabales? Y otras veces me preguntaba, ¿en verdad somos tan estúpidos como ellos creen? Por el lado patético he oído decir al candidato de Convergència (tocado) que cuando fuera diputado europeo los aviones llegarían puntuales, o al pobre Anguita (hundido) que una inmensa ola iba a barrer al régimen capitalista. ¿Se ríen de nosotros algunos candidatos cuando están juntos y hablan entre sí? Seguro que ahora ya no se ríen. Una vez agotados los llamados espacios de propaganda electoral, venían los espacios publicitarios y entonces respiraba aliviado. Aunque a veces también la publicidad se divierte humillando al público, no toda la publicidad es ofensiva, no todo pone de manifiesto una ignorancia irresponsable de su clientela. Algún atisbo de respeto cabe adivinar en un anuncio de yogures, o de tarjetas bancarias, o de mayonesas y patés. Se dice que la política ya sólo es publicidad y venta de mercancías en las que no creen ni los propios mercaderes, pero no es cierto. A bastantes políticos les queda aún mucho por aprender de la publicidad. Apelando a la pasión liberalizadora de Aznar, habría que privatizar a un buen número de ex candidatos. A ver si así mejora el servicio.
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