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Política y sentimientos JOSEP RAMONEDA

Josep Ramoneda

Pujol ha dicho siempre que en política los sentimientos de la gente son muy importantes. Jugar con los sentimientos es jugar con fuego, porque los ciudadanos, cuando se sienten agredidos en su sensibilidad, reaccionan. Pues bien, Pujol tendrá que reflexionar sobre sus propias palabras, porque acaba de caer en la trampa de los sentimientos. Durante muchos años, Pujol ha demostrado una habilidad insuperable para hacer compatibles el pragmatismo de los intereses y la apelación permanente al ámbito sagrado de la sensibilidad profunda del pueblo catalán. Una buena parte de su electorado le ha sido siempre fiel, aun en los momentos de duda, porque la sola idea de abandonarle ya era pecado. Pero todo tiene un límite y cuando se fuerzan las cosas se acaban rompiendo. Y en este caso la ruptura la ha provocado el pacto con el PP. El pacto directo con el diablo ha puesto en crisis la fe. ¿Y si se estuviera mercadeando con los sentimientos? Una significativa parte de los electores de CiU no soporta la idea de ver a su partido, el que cuida de los sentimientos, según su líder, gobernando con el PP. Y ha preferido votar indirectamente, quedándose en casa, a buenos alcaldes socialistas o hacer acto de testimonio catalanista votando a ERC, antes que favorecer, con su fidelidad, alternativas que pasaban forzosamente por pactos con la derecha española. Puede que, desde el punto de vista de la lógica de los intereses, es decir, de la acumulación de poder, sea absurdo. Para un político sólo vale lo que suma. Pero los sentimientos pesan en política y Pujol, que lo sabe, jugó demasiado con ellos. Un grupo significativo de los suyos se lo ha querido hacer notar. Pujol puede pensar en recuperar este voto nacionalista para las autonómicas. Pero deberá saber que lo difícil es ser infiel la primera vez. Después, puede que hasta se le encuentre gusto. Es probable que Pujol se lance ahora a escenificar un distanciamiento con el PP para recuperar el voto infiel perdido. Pero tantos años especulando con lo sentimental en beneficio de lo pragmático dejan la confianza deteriorada. Y una parte del electorado convergente parece especialmente sensibilizada como para no querer sentirse engañada otra vez.

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