Con Maragall en los talones
Las urnas de esta primavera han complicado las expectativas de Jordi Pujol para las elecciones autonómicas del otoño que viene. Y pondrán inmediatamente al rojo vivo la batalla por la presidencia de la Generalitat. La ventaja de más de cinco puntos que los socialistas sacaron ayer a Convergència i Unió (CiU) en las elecciones europeas, las que permiten una más clara lectura política, constituyen un excelente punto de partida para el aspirante a la presidencia, Pasqual Maragall. Indica que hay base electoral suficiente para levantar en Cataluña una alternativa de gobierno al pujolismo. Esta ventaja se suma en este caso a unas elecciones municipales que registran un serio avance y consolidación tanto de los socialistas como de Esquerra Republicana (ERC) en la Cataluña interior. Pujol se apresuró el domingo por la noche a definir los resultados de las elecciones municipales como una muestra de estabilidad política, que premia a los gobiernos. Este habría sido, en particular, el caso del Ayuntamiento de Barcelona, pero también el de muchos otros municipios en los que las mayorías de gobierno fueron ratificadas ayer. Bajo esta interpretación, Pujol lanzaba el mensaje de que espera que también en otoño se premie al equipo gobernante. Es decir, al suyo. Pero la clave política en la que CiU fue derrotada el domingo en las elecciones europeas, fracasó inapelablemente en la batalla por la alcaldía de Barcelona y sufrió un descenso generalizado en todo el país, era otra. Impulsada por la nueva generación de dirigentes de su partido, Convergència llegó a la cita electoral del domingo cabalgando sobre un difícil equilibrio entre un mensaje fuertemente nacionalista, por una parte, y un claro compromiso con los planteamientos de la derecha española, por otra. Los electores han dicho que para planteamientos de maximalismo nacionalista prefieren a ERC y que el pacto con el Partido Popular (PP) no les entusiasma. Así las cosas, el avance general de los socialistas no aparece sólo como una absorción de votos de izquierda, sino también como una ampliación de su espacio político por el centro y el voto catalanista moderado. Esta orientación es la que ha presidido la actuación de Maragall desde que asumió hace un año el reto de arrebatar la presidencia de la Generalitat a Pujol. Es una orientación que ayer recibió un fuerte impulso y, además, demostró que no es incompatible con un fuerte apoyo de los electores de origen no catalán. Convencido como está Maragall de que en la Cataluña interior hay un cansancio cada vez mayor por los 19 años de gobiernos sucesivos de Pujol, un agotamiento de la fórmula nacionalista, no hay duda alguna de que a partir de hoy mismo arreciará en sus esfuerzos por llevar el mensaje de la alternancia a todas las localidades pequeñas y medianas en las que el domingo se vio que hay electores susceptibles de optar por una oferta progresista también en unas elecciones autonómicas. Los casos de Olot, Granollers e Igualada son ejemplos de que el cambio es posible también en estas áreas de la Cataluña interior. Siempre ha sido cierto que las elecciones autonómicas no se ganan sólo con un buen resultado en las áreas metropolitanas de Barcelona y Tarragona, donde se hallan las más numerosas bolsas de electores, y de electores de izquierda. Se precisa también un buen resultado en el resto de Cataluña. Ayer se vio que en esta ancha parte del país hay camino para correr. Por esto Maragall pudo comparecer ayer cuando se conocieron los resultados y afirmar que "se ha producido la tramontanada que esperábamos". Maragall recordó también que el modelo de Cataluña que él predica se basa, precisamente, en un protagonismo muy importante de los ayuntamientos. Por tanto, en la medida que los socialistas consolidaron y aumentaron ayer su poder municipal en Cataluña, Maragall interpreta que este modelo ha recibido también un espaldarazo. Pero si desde el punto de vista político Maragall pudo decir con razón que las elecciones apuntan a que es posible el gran cambio, el que habría de poner fin a la era del pujolismo, las cosas no han mejorado tanto desde el punto de vista de la formación de esa gran coalición de centro izquierda que se ha propuesto encabezar. Uno de los aliados con los que Maragall cuenta para formar una mayoría progresista en las próximas elecciones autonómicas, Iniciativa per Catalunya-Verds, ha superado con dificultades la escisión de los anguitistas. Pero Esquerra Republicana, la otra fuerza que Maragall intenta atraer a la alternativa, se vio ratificada en el planteamiento de la equidistancia entre Pujol y Maragall. Los republicanos se mantienen en una ácida crítica a los socialistas. "Izquierda pija", les califica el secretario general de ERC, Josep Lluís Carod-Rovira. Esto significa que, además de esforzarse por ganar votos, Maragalal y Pujol van a competir a partir de ahora también por ganar aliados. Pujol puede pensar en que, como en la presente legislatura, podrá contar en el futuro parlamento autonómico alternativamente con el PP o con ERC. Desde este punto de vista, ERC consiguió ayer un importante aumento de su peso político. Y no sólo porque ha resuelto a su favor la competencia con el Partit per la Independència, que ha quedado borrado del mapa político. También porque se ha confirmado que es un elemento importante para el desgaste político y electoral de CiU.
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