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Limpieza

Miquel Alberola

MIQUEL ALBEROLA Esta mañana algunos barrenderos han realizado hondos ejercicios de introspección con la escoba mientras recogían la basura que ha dejado tras de sí la campaña electoral. Después de ese vendaval de imágenes y ruidos sólo quedan vasos y botellines de plástico, latas de aluminio, banderitas, colillas, abanicos rotos y otros residuos sólidos de complicado tratamiento, que unidos a las heces de perro de la noche configuran un discurso ideológico capaz de moverse por sí solo y liderarse a sí mismo. Sobre ese pedestal de desperdicios compactados se levantarán las efigies que habrán de conformar el paisaje político inmediato, para luego ser consagradas por el cargo, el protocolo y los medios de comunicación. Aunque parezcan ídolos muy altos, a menudo debajo de sus zapatos sólo los sustenta la porquería que se pega a las suelas, por eso cuando maduran las coyunturas se tambalean, caen y estallan contra el suelo. Los barrenderos están acostumbrados a recoger pedazos de políticos imprescindibles de madrugada, tras las habituales crisis de gobierno, en cualquier esquina de ayuntamiento o en los aledaños del Palau de la Generalitat. Pese a que lo disimulan, en algunas brigadas de limpieza saben más de política que en muchos gabinetes de asesores millonarios. Por eso silban cuando pasa junto a ellos un coche oficial. Nadie como ellos olfatea una remodelación de gobierno, un pacto a la griega o una conspiración orgánica. Nadie como ellos sabe tanto de los efectos secundarios, el impacto ambiental y la siniestralidad que comporta esta religion laica que se nutre de cuerpos y escupe huesos sin parar. Y sin embargo, detestan las tertulias políticas y no pierden la serenidad en su humilde oficio. Algunos ciudadanos se fijan en su callada sabiduría e imitan el modo en el que desarrollan su disciplina para lograr una limpieza interior tan profunda y eficaz como la que practican en las calles tras el cierre de la campaña electoral. Para eliminar los altos niveles de contaminación acústica y visual que han acumulado sus contenedores psíquicos en estos quince días.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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