Las sospechas del supuesto rito satánico se centran en el entorno de la víctima
¿Por qué puso tanto empeño alguien en borrar el rastro de sangre en el piso que la víctima compartía con su novio? ¿Por qué los supuestos encapuchados la abandonaron junto al horno -uno de los contados comercios donde se trabaja de madrugada y donde la hallaron enseguida- en vez de arrojarla en medio de la huerta? ¿Cómo pudo recorrer ella sola, en su penoso estado, el largo trecho que quedó salpicado por su sangre? Estos interrogantes hicieron que la Guardia Civil dudara desde el primer momento del relato de V. C. T., la joven de 22 años de Almàssera herida en la madrugada del lunes durante un supuesto ritual satánico. La víctima contó que al salir sola del piso, pasada la una de la madrugada, la abordaron dos encapuchados que iban en un vehículo. Uno le asestó un cabezazo y se la llevaron inconsciente. Dice que no recuerda lo que pasó hasta que la abandonaron a escasos metros de allí. Pero las sospechas se centran en el entorno de la víctima y en un siniestro juego que se les pudo escapar de las manos a sus participantes. Con un objeto punzante le grabaron sobre la piel símbolos utilizados en las misas negras: una cruz invertida en el pecho y el 666 en el vientre. Un panadero la halló sangrando, con un hematoma en la frente, la ropa reducida a jirones y en estado de shock. El rastro de sangre hallado en las calles, que se encamina hacia la casa de sus padres primero y luego hacia el horno, muestra, según los agentes, el nerviosismo de los acompañantes de la joven que no sabían dónde llevarla y se decidieron por la panadería para que la hallaran pronto y no se desangrara. Han encontrado sangre en una fregona del piso, lo que prueba que estuvo allí tras ser herida. El suceso ha alarmado a la población. Algunas madres preguntan a los ediles si pueden dejar que sus hijas salgan de noche. El Consistorio pide calma y recalca que "no hay encapuchados que secuestren chicas".
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