Elecciones: puntos álgidos
A. R. ALMODÓVAR Lo mejor de la democracia es que pone al descubierto las miserias y los peligros que ella misma genera. Y que esas carencias sólo tienen una medicina: más democracia. En Andalucía se podrían describir muchos puntos de alto riesgo político que precisan, con urgencia, de una depuración por las urnas del día 13; pero necesidades obvias de espacio van a limitar este comentario a sólo dos: la Costa del Sol y Sevilla. En el primer ámbito, con sus aledaños del Campo de Gibraltar, Ceuta y Melilla, es preciso alertar con toda energía sobre el afán expansionista del GIL, ese pulpo de las aguas turbias que puede poner patas arriba la política exterior de España, y de Europa, en zonas tan sensibles como el Magreb y Gibraltar. Por eso son de apoyar, sin rodeos, iniciativas ciudadanas como la de la Alternativa Linense, ésa por la que trabaja sin sueldo Paco Lobatón, que sabe muy bien dónde está el talón de Aquiles de nuestro sistema político. En cuanto a Sevilla, será difícil ponderar un poco más el riesgo de que se repita una nueva coyunda PP-PA, con sus vergonzantes trifulcas de matrimonio exhausto, entre una Alcaldesa que no ejerce y un Teniente de Alcalde que ejerce demasiado. Pero dejando al margen los aspectos pintorescos de esta dualidad insólita, bueno será referirse a las cosas importantes. Soledad Becerril se presenta a la reelección con lo puesto, quiere decirse, sin nada notable que apuntarse en su haber; ni siquiera el pantano de Melonares, que duerme el sueño de los papeles en un cajón de la mesa del señor Aznar. Sin embargo, es corresponsable por omisión de todos los excesos de su lugarteniente, y muy en especial de los urbanísticos: una política en el casco antiguo gravemente peligrosa para la ciudadanía; otra de recalificaciones de suelo que está dejando a Sevilla sin su tejido industrial; y un expansionismo gratuito y especulativo por zonas como Tablada. Esto último con la estrecha colaboración de las dos Cajas de Ahorro de Sevilla, una de las cuales, El Monte, ha correspondido en más: con un préstamo de campaña al PA de 160 millones de pesetas, muy superior a las expectativas de voto; pero sobre todo -viene curva- con las facilidades para la compra de una emisora de televisión, Onda Giralda, por el señor Rojas Marcos, mediante la fórmula habitual: otro préstamo de 275 millones a Gestión Andaluza de Publicidad, una pequeña empresa controlada por el andalucista. Consta en escritura pública ante el notario don Victorio Magariño, de 18 de febrero; justo al día siguiente de firmarse el Convenio de Tablada, qué casualidad. Pues bien, semejante estado de cosas tiene que acabar de una vez. En mi opinión, es ésta una ocasión magnífica para reeditar el pacto de izquierdas del 79. Claro que ahora ya no serían tres formaciones, sino sólo dos: PSOE e IU. Un Sánchez Monteseirín, curtido en muchos avatares políticos, incluido el de enfrentarse a la dirección de su propio partido en el 91, cuando casi nadie apostaba por la renovación; y un Luis Pizarro, que ha hecho una excelente labor de oposición a esa política tardonobiliaria y favoritista del tándem PP-PA, podrían muy bien sacarnos, juntos, del peligroso declive en que se ha precipitado la capital de Andalucía. Va siendo menester.
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