Una opción para superar la leyenda conservadora
Tortosa (Baix Ebre), considerada una población conservadora, fue uno de los primeros municipios catalanes en alcanzar un acuerdo entre las fuerzas progresistas en un particular Olivo, con el objetivo de desbancar a Convergència de la alcaldía. El PSC, IC y ERC iniciaron en 1996 la negociación para crear una alternativa progresista. Pocas dudas existían sobre quién debía dar la cara ante la ciudadanía: Joan Sabaté, portavoz de Iniciativa per Catalunya en el Ayuntamiento. Tras unos meses de negociaciones, se alcanzó el acuerdo para la formación del Olivo local, del que más tarde se desgajaría ERC. Sabaté lamenta la decisión de los republicanos locales, aunque les disculpa al precisar que fue una iniciativa que "partió de arriba". Sabaté, de 41 años, casado y padre de dos hijos, profesor de Historia en el Instituto de Enseñanza Secundaria del Ebre, niega el conservadurismo de su ciudad. Afirma que antes de la guerra civil Tortosa era de izquierdas y recuerda que la ciudad vota socialista en las elecciones generales. "Lo que tal vez le cueste a Tortosa sea apostar por el cambio, por eso hacemos un llamamiento al voto. La derecha moviliza a los suyos y nosotros tenemos que motivar a los nuestros", señala. Responsabiliza a CiU de haber recogido parte del franquismo político en sus filas. "En los ochenta, Convergència aprovechó los tentáculos del franquismo e incluyó en sus filas a los pequeños caciques locales". De ahí la triste leyenda del conservadurismo de las comarcas del sur. Sabaté recuerda que mientras que el PP se mueve dentro de los parámetros que se pueden esperar en una fuerza de derechas, Convergència en Tortosa es menos nacionalista que en el resto de Cataluña: "Incluso se opusieron a una moción de Iniciativa en apoyo del derecho a la autodeterminación". Concejal desde 1991 -entre 1992 y 1995, en un pacto de gobierno con CiU, fue primer teniente de alcalde-, Sabaté es sobradamente conocido y tiene una imagen incólume de honestidad, reconocida por todo el mundo. Se reprocha a sí mismo cierta condescendencia respecto a determinadas actuaciones de los convergentes cuando estuvo en el equipo de gobierno local. Si Tortosa puede ser contradictoria, no lo es menos el candidato del Olivo local. De apariencia tranquila, fuma rubio de forma desaforada. Ante los desconocidos se muestra distante y reconoce su introversión y hasta su timidez, "una cuestión que puede ser un inconveniente en política". Pero en cuanto coge confianza y se encuentra cómodo, se convierte en una fuente inagotable de palabras. Habla mucho, pero pausadamente. Pocas veces se le ha visto irritado: en un pleno, cuando los convergentes les acusaron de realizar una política obstruccionista desde la oposición, tuvo una fulgurante reacción y algún concejal del equipo de gobierno recibió un chaparrón de encendidos argumentos. Quienes comparten su trabajo en el instituto lo definen como un buen profesional que interpone cierta distancia con sus alumnos, con los que no existe trato de colega y sí respeto mutuo. No es de los que suspenden mucho ni de los que abogan por los aprobados generales. Es de los que hacen trabajar. Nacido en el barrio tortosino de Remolins, en su juventud, cuando el franquismo daba sus últimos coletazos, aunque esto no se sabía entonces, entró en la Asamblea Democrática del Baix Ebre. En 1976, procedente del movimiento Cristianos por el Socialismo, se afilió al PSUC. "Entonces era el partido más fuerte, un instrumento útil para la transformación social", señala. Abandonó la militancia en 1983. La transición cambió las cosas y después perdió vigencia el marxismo-leninismo. Mientras fue director del instituto de Sant Carles de la Ràpita, Sabaté -"un apasionado de la política, casi hasta llegar al vicio"- permaneció inactivo. En 1989 inició su militancia en Iniciativa per Catalunya. Sabaté ataca el protagonismo de su rival, el alcalde convergente Marià Curto, "cuyas indecisiones paga la ciudad" y que llega, según él, a actuar al margen de su grupo municipal. Anunció un puerto fluvial en el recinto ferial, algo que la Confederación Hidrográfica del Ebro calificó de inviable; negoció con la Universidad Ramon Llull, con la Internacional, de cuyo convenio se tuvo que desligar después, y finalmente con la Rovira i Virgili, que ahora duda de la viabilidad de los proyectos ante la falta de alumnos. "Un ridículo colectivo", sostiene Sabaté.
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