De política y trenes
A. R. ALMODÓVAR La Asociación de Amigos del Teatro, de Sevilla, acaba de reanudar su arriesgada andadura con el estreno de una nueva sala en la antigua Casa de la Moneda, y con la recuperación de una obra cubierta por el polvo del olvido: Las personas decentes, de Enrique Gaspar; un dramaturgo lúcido y ácido de finales del siglo pasado al que los manuales al uso suelen conceder importantes puñaladas de silencio. No es raro. Lo raro es que alguien, en este caso Pedro Álvarez-Ossorio, haga señal y afinamiento de un texto propicio a toda suerte de paralelismos y sarcasmos con respecto a la hora presente. Me refiero, cómo no, a esa otra inmensa comedia llamada campaña electoral. Un fenómeno que, de inevitable y necesario para la democracia, amenaza convertirse en puro aturdimiento y despiste. Por eso se agradecen tanto más las propuestas para la reflexión en calma, y para el humor catártico, como los de estas Personas decentes. Ya habrán comprendido los lectores que se trata de un título irónico, con el que autor y versionista nos retratan a un grupo de pillos de la política que andan parasitando alrededor de una nueva línea de ferrocarril. Y aquí la parábola con la actualidad, con ese famoso AVE entre Córdoba y Málaga, que nunca un tren inexistente produjo tanto ruido y menos nueces. La comparación pasa por el desparpajo de los personajes en sus múltiples fingimientos. Así, la alcaldesa de Málaga, muy en su papel de locomotora del proyecto, cuando en realidad no es más que el furgón de cola de una idea estratégicamente diseñada por la Consejería de Obras Públicas para llevar con la lengua fuera a todo el Gobierno del señor Aznar. Incluye el presente acto de esta farsa Boletín Oficial y todo. En realidad, lo único que hace el PP es ponerle carátula nueva al excelente estudio previo de la Junta, y licitar la redacción de proyectos. O sea, papeles y más papeles. Como en las comedias de enredo. Ya me dirán qué otra cosa se puede hacer con 3.000 millones, en una obra que ronda los 200.000. Pues compromiso de fechas, nada; fondos de cohesión europeos, nada; convenios con la Junta, menos que nada. Mientras en España manden el señor Pujol y ese muchachito de Valladolid, el AVE Córdoba-Málaga va para largo, si es que va. También por el extremo oriente, Almería, se ha iniciado otro sainete ferroviario, a propósito del Euromed y los Juegos del Mediterráneo del 2005. Aquí fue el ministro Rato quien se marcó el farol de que ese tren llegaría antes de la fecha indicada, en uno de esos paseos de fin de semana con que suelen deleitarnos los visires del Príncipe. Farol que la Junta no se tragó, sino que apostó todavía más fuerte: si no lo hacéis vos, lo haré yo. Y de nuevo ya tiene acabado el estudio de viabilidad, con el que lanza un nuevo envite a Madrid. Y Madrid, que de querer sitiar a Andalucía con los no trenes, ha pasado a las trágalas a un ya veremos, desde luego, más adelante, y a mí no me pasa nadie los ferrocarriles por el bigote. Frases del estereotipo con que el figurón de la comedia hace su desplante, acepta el guante y cuando se agacha a recogerlo... se le ven las posaderas. Y es que con las prisas del camerino, no se cuidó de tapárselas como Dios manda. Lo malo es que el público lo ha visto todo.
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