Restaurante 33
Tiene mucho mérito el esfuerzo innovador que hace en este restaurante la familia Gil para poner al día la cocina de Tudela, bien llamada la capital de las verduras, pero que en esa virtud, fruto de una huerta de ensueño, lleva implícita la penitencia del conformismo. Ricardo Gil, padre e hijo (éste como entusiasta sumiller y maitre), y la esposa del primero, María de los Ángeles Gil, a pie de fogón, son los artífices de esta sólida casa tudelana cuya creación data de 1952, aunque con distintas ubicaciones. Restaurante con curioso nombre de resonancias cabalísticas, mantiene en sus ofertas una complicidad entre la tradición popular, con respeto escrupuloso a la estacionalidad, sobre todo en sus primicias vegetales, y las recetas de nuevo cuño, casi siempre acertadas. Así, resultan obligatorios en esta época los espárragos frescos, tersos y nada fibrosos y con un aliño tan simple como perfecto: un tibio aceite de oliva virgen. Uno de los platos de más éxito es la penca de acelga rellena de jamón ibérico y gratinada; como sucede en estos casos, no es el más sibarítico, aunque sí muy gustoso. Un refinamiento que poseen las alcachofas (de inmensa calidad), fritas sin cocción previa y acompañadas de foie gras a la plancha. Muy barrocas las láminas de bacalao, gratinadas con una crema de ajo fresco, que cobijan una brandada del propio salazón con chipirones, escoltado con kokotxas y aceites diversos: overbooking en el plato. Muy correcto y jugoso el rabo de buey deshuesado relleno de verduras. Entre los postres destaca un antiquísimo plato de raigambre renacentista, el manjar blanco, deconstruido y servido en forma de una ligera espuma. Muy buenos los helados, en particular el de membrillo. Interesante carta de vinos, rica en caldos navarros, y muy atinado su servicio.
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