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Tribuna
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Pajarita

Me llamo Avelardo (con v, sí), soy liberal, tengo 71 años y dedico el tiempo libre a la ornitología comparada, me ha sorprendido gratamente la irrupción de una pajarita en los carteles electorales. Los candidatos ríen por doquier (hay risas tontas, falsas, de conejo, de hiena, sardónicas, muecas). Sólo Fernando Morán está serio: se negó a decir "patata" al dispararse el pajarito. Morán es una rara avis, un hombre adusto que no precisa careta para demostrar su honradez. Pero se pone pajarita, complemento indumentario con vocación de sonrisa (Ortega y Gasset también se la ponía; Unamuno confeccionaba pajaritas de papel y era un genio de la papiroflexia). Una pájara es un desfallecimiento (dícese también de la mujer astuta y redomada). Un pájaro es un tipo ambicioso que carece de prejuicios; los pájaros siempre volaron muy alto, hasta el punto de que uno de ellos forma parte del todopoderoso triángulo trinitario. Un pajarraco, en fin, es un impresentable. La pajarita, en cambio, da a Morán cierto talante de estoicismo jocoso y sosegado. En eso se distancia de las premuras presurosas a que están sometidos otros candidatos. Algunos consideran que ya es mayor para la alcaldía. Otros opinamos lo contrario: vale más un abuelo sabio que un padre acelerado y listillo. Los viejos lúcidos habrían de tener un papel más activo en las democracias, al igual que sucede en instituciones tan solventes como la Iglesia o la Banca.Morán demuestra que la izquierda puede llevar pajarita con la misma dignidad que un señor de aquellos que vieron mis abuelos. Las mujeres progresistas tendrían que dar también un guiño al pasado razonable. Nada mejor para ello que la peineta. Un cartel con Cristina Almeida tocada con peineta martirológica (de Martirio) sería muy fuerte. Inés Sabanés nada tiene que envidiar, en cuanto a empaque, a una dama camarera de la Virgen de la Almudena. Que sea lo que fuere, con tal de que a la izquierda se le quite la pájara. Como me llamo Avelardo.

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