6.000 pesetas
Es la condena que un juez de Sevilla ha impuesto a dos parados. Razón: que estos trabajadores, sin empleo, un día, que no les cogía el sol de cara, llamaron fascista a la alcaldesa de Sevilla. No es razonable que dos parados, que, por disposición de la economía de mercado, su obligación es la de estarse quietos, utilicen su recreo en insultar, ni tampoco que paguen un dinero que no tienen. Antes la condena era de reprensión privada. El juez les llamaba por su nombre, sin insultar, les decía que lo que habían rebuznado estaba mal y que no eran políticos sino subsidiados. Se iban tan contentos y hasta la próxima, que no llegaba porque, aprendida la reprensión, irían con los políticos más insultantes, electoralmente hablando, sin que les costara un duro. Ahora que, se puede pensar si, por 6.000 pesetas, no merece la pena, en una sociedad en la que, el honor, se deshoja -o de lino- todos los días, llamar a más de uno fascista, linista o flautista, como también se puede pensar por qué las ofensas de ciudadanos, de a pie, a políticos cuestan menos que las que sufren jueces y fiscales, porque no hace ni dos ratos, no rodrigos, que un periodista fue condenado a pagar 500.000 pesetas por llamar perro de presa, no de paletilla, a un fiscal. El honor, por lo que se paga, es un atributo que se recauda de forma distinta. Lo de perro es más caro que lo de fascista, a pesar de que uno ladra y el otro muerde. Claro que si se viola a una detenida y los jueces absuelven a los tres policías que custodiaban el calabozo porque no se sabe quién violó -adivina quién te dio y quién te pegó- y más vale un violador en la calle que dos, tan inocentes que no se enteraron de que se violaba, en la cárcel o, si, el fiscal anticorrupción, después de que se lo archivan todo, recusa a una jueza de Marbella y el Consejo General del Poder Judicial dice que tararí que te ví, puede que fuera más eficaz colocar de fiscal anticorrupción a los que tanto éxito condenatorio tienen sobre los ciudadanos de a pie y, en los calabozos, a los paraos, que lo único que les pierde es la boca. En cualquier caso todo es relativo, pero el rigor, que es una forma de injusticia, siempre cae sobre el mismo lado.EUGENIO SUÁREZ PALOMARES
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