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Tribuna
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Se acabó la tranquilidad

Ya me han dado el masaje, ya he hablado con casa, ya he estirado un poco las piernas, ya soy un hombre nuevo. Ahora a cenar, paseíto y hasta mañana. Empieza lo bueno y se acaba la tranquilidad, pero bueno, también el viernes es el día de reposo, que nos vendrá muy bien para coger aire y relajar un poco la cabeza, para dejar de pensar por un día en todo lo que se nos viene encima.La etapa ha sido llana, llana, desde la puerta de Pantani, que por lo que hemos visto no es el único ciclista de la zona. Antes del Intergiro de Faenza (el pueblo de Davide Cassani) ya hemos tenido que frenar para que un ciclista, no sé quién, parara y hablara un poco con su familia; después, en el kilómetro 70, otra pastelada (había bandejas y hemos cogido alguno para los bolsillos), en este caso en homenaje a uno de los patrones del Mercatone, otro frenazo y vuelta a arrancar para adelante. Otra vez el sopor, hasta el final, que ya lo teníamos bien apuntado: final en circuito, peligro. Curvas y contracurvas a toda velocidad. Hay que estar atentos a que no se produzca ningún corte, porque no sabes lo que puede pasar. Y en el "sprint", Cipollini que ha podido con Quaranta, el que le fastidió el día anterior. Ya lleva tres victorias y ha roto el empate con los otros "sprinters". Igual se da ya por satisfecho, dice que ha cumplido, y se baja antes de llegar a la montaña. Aunque quizás no. A lo mejor decide por fin llegar a Milán y va a hacerlo precisamente el año más duro.

Veo aquí, a la puerta del hotel, aparcado un Ferrari. Ni me he enterado, y eso que me gustan los coches, de que hemos pasado por Maranello, el pueblo de los Ferrari, y por delante del circuito donde los prueban. Ha sido un día automovilístico: también hemos pasado por Imola, donde el circuito.

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