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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las horas de la verdad

CON TODA seguridad, la tendencia a la implantación de la semana laboral de 35 horas es imparable; pero es menos seguro que se traduzca en un reparto efectivo del tiempo de trabajo y que resuelva el problema del desempleo, aunque pueda aliviarlo. El debate teórico sobre la jornada de 35 horas semanales ha sido exhaustivo, pero no concluyente. Por eso tiene tanto interés el resultado del primer año de su implantación en Francia. De entrada, y al margen de sus resultados concretos, la iniciativa ha provocado en el seno de las empresas un diálogo social sin precedentes, al tiempo que ha concienciado a la sociedad francesa sobre el problema del desempleo. Pero la experiencia también ha repercutido en países como España: Gobiernos autónomos como el de Andalucía y el de Madrid se han fijado en ella a la hora de perfilar sus políticas de empleo, al tiempo que los sindicatos la han convertido en punta de lanza de su acción sindical, como lo demuestra la reciente huelga general en el País Vasco. Julio Anguita, coordinador de Izquierda Unida, ve incluso en la reivindicación de las 35 horas un motivo suficiente para una huelga general en todo el Estado.¿Qué dice la práctica sobre la semana laboral de 35 horas? El resultado presentado al cabo de su primer año de implantación en Francia es más bien modesto, incluso si los empleos creados o preservados son los 56.767 que dice la ministra de Empleo francesa, Martine Aubry, impulsora de la ley. La cifra ha suscitado, en todo caso, la polémica, pues se estima que no pocos de los empleos creados en empresas de sectores dinámicos se hubieran creado de todos modos, sin ninguna ayuda por parte del Estado. El impacto real, según los analistas más objetivos, debe estar situado entre los 15.000 puestos de trabajo que la muy irritada patronal admite que se han creado y la cifra oficial. Pero, más allá de las cifras, lo más reseñable de este resultado del primer ensayo real de la semana de 35 horas es que no ha logrado despejar las incertidumbres que la medida suscita desde su implantación. Aunque es cierto que este resultado es aún incompleto, pues hasta el año 2002 no habrá concluido la reforma.

Lo más cuestionable del experimento francés es su imposición legal. Existe un cierto consenso entre los expertos económicos en que la jornada de 35 horas debe tener un carácter voluntario y pactado sectorialmente. Pero eso no quiere decir que desde los Gobiernos no deba favorecerse la aplicación de una medida que, en determinadas condiciones y sectores, puede ayudar a mitigar el paro.

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