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El PRI elegirá su candidato a presidente en primarias abiertas a todos los mexicanos

Juan Jesús Aznárez

El candidato a la presidencia de México por el gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el 2000 será designado por las bases y simpatizantes del partido en consulta directa y secreta a la que se podrá sumar quien los desee, por primera vez en setenta años de historia, y no directamente por el presidente saliente, como ocurría hasta ahora en una práctica conocida como el dedazo. El sistema político mexicano, más distinguido por el fraude que por la limpieza, acomete una modernización estructural y el presidente Ernesto Zedillo se compromete en un polémico proceso.

Zedillo empeñó su palabra en la equidad de un proceso de renovación que es polémico, contestado, sujeto a diferencias de criterio partidistas, y enfrenta, simplificando las corrientes, a los llamados renovadores, agrupados en torno a la filosofía del actual gobierno, y a los dinosaurios, los priístas tradicionales.El presidente del PRI, José Antonio González, sometió ayer a la consideración del Consejo Político Nacional el nuevo sistema de nominación: la campaña proselitista de los diferentes candidatos se efectuará del 1 de agosto al 3 de noviembre; la votación será el 7 de ese mes, y no sólo podrán emitir su voto los militantes del PRI, sino también los simpatizantes y todos los mexicanos con cartilla electoral actualizada. Las promesas efectuadas por Zedillo, en el sentido de acabar con el dedazo, fueron recibidas con cierta sorna por la oposición, aparentemente poco convencida de la sinceridad del propósito, pero el proceso parece ir en serio. El PRI no ha perdido una elección presidencial desde el año de su fundación, en 1929, por varios caudillos de perfil militar, quienes idearon la creación de un partido con vocación hegemónica para acabar con los cruentos choques de facciones después del triunfo de la revolución mexicana.

Pagarse la campaña

La propuesta de González, aprobada, establece que los cargos oficiales que deseen postularse deberán renunciar antes del 15 de junio, y los diferentes aspirantes, sufragar los gastos de campaña con sus propios medios, sin hacer uso de los recursos públicos. Queda prohibida taxativamente la compra de votos, la entrega de dádivas, frecuente en las elecciones, no sólo por parte del PRI, sino por la oposición que reclama a gritos transparencia. El partido oficial no financiará ninguna campaña, y los recursos de los candidatos serán sometido a escrutinio. Por otra parte, no habrá convención de delegados, una de las variantes a estudio en su momento, pero cuya celebración despertaba sospechas.

También se decidió que la suma de las mayorías locales en los 300 distritos darán el triunfo: esto es, no gana quien obtenga más votos sino quien sume más distritos. Así, las victorias aplastantes en pocas localidades, por muchos votos de diferencia, no determinarán el resultado final. Se trata de evitar que lo sucedido con el Partido de la Revolución Democrática (PRD, en la oposición), en cuyas elecciones los triunfos arrolladores en Zacatecas o Tlaxcala influían decisivamente. Otro objetivo es seleccionar a un candidato que tenga arraigo en todo el país, con capacidad de arrastre en los comicios legislativos posteriores.

"Proponemos que el candidato del PRI a la presidencia sea producto de una consulta abierta, democrática, a través del voto directo y secreto de los militantes, de los simpatizantes y de los ciudadanos", comunicó González a los 348 miembros del Consejo Político. "Podrán votar todos los ciudadanos con credencial para votar, con fotografía y con su participación demostrarán su interés por el Partido Revolucionario Institucional". El secretario de Gobernación, Francisco Labastida; el secretario de Desarrollo Social, Esteban Moctezuma; el ex gobernador de Puebla, Manuel Bartlett; el gobernador de Tabasco, Roberto Madrazo, y el empresario y gobernador de Veracruz, Miguel Alemán, figuran entre los aspirantes.

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Antes de entrar en la reunión del Consejo Político, el secretario adjunto del PRI, Luis Martínez manifestaba a la prensa que después de 70 años, el partido vivía su propia transición. "El presidente ha tomado la decisión de ser un militante más (...) no podrá, como sus predesores, designar al candidato". El dedazo, prometió, pasó a formar parte del mausoleo político nacional.

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