Ezquerro, el goleador incrédulo
El delantero riojano del Athletic se especializa en goles singulares
Entre los goleadores de profesión y los absentistas del gol, existe una especie singular, los goleadores resolutivos: puntuales, oportunos, esos que resarcen por igual al equipo y al público, una especie de ansiolítico en estados de necesidad. Santi Ezquerro (Calahorra, 22 años) marcó el pasado domingo en San Mamés el gol de su vida: una media volea o una media chilena, con un grado máximo de dificultad, al ser ejecutada como último recurso. Ezquerro corría hacia atrás para tratar de controlar un centro de Etxeberria; y cuando vio que estaba a punto de trastabillarse se inventó una acrobacia que llevó el balón a la red.Por alguna extraña razón, el Athletic es el equipo peor dotado en las jugadas estratégicas, y el más habilitado en el ilusionismo futbolístico: la Catedral ha incluido la chilena entre su catálogo de remates por obra y gracia de Ismael Urzaiz y Santi Ezquerro.
A Ezquerro le persigue la maldición del gol. Tras foguearse en el Polideportivo Juventud (un cazatalentos riojano) y en el Calahorra, se trasladó con 16 años al Salesianos pamplonés y posteriormente a Osasuna, donde actuaba de mediapunta, esa otra categoría que ejerce de introductor de delanteros, como samaritanos de la suerte suprema. Hace un año, Ezquerro se autodefinía como un especialista del último pase y como un jugador más técnico que físico. Sin embargo, la vida se ha empeñado en llevarle la contraria. Antic se adelantó al Athletic y se lo llevó al Atlético, para que ejerciera de tal guisa, pero partiendo del Atlético B. Con él debutó en Primera División, el 21 de setiembre de 1996, en la cuarta jornada, precisamente frente al Logroñés en Las Gaunas, con 0-3 en el marcador. Cosas del destino. Luego, casi nunca más se supo de sus andanzas hasta que fue cedido al Mallorca, dónde Héctor Cuper entrevió su vertiente goleadora. Sería porque el primer balón que tocó con la camisola granate fue gol: ante el Celta, en la Copa, con el Mallorca rendido, Ezquerro cautivó el practicismo de un club singular. A partir de ahí curtió su fama de goleador resolutivo. El domingo alcanzó la gloria, después de que San Mamés se rindiera a la generosidad en el esfuerzo. Al final, Ezquerro se ha revelado como el goleador que no creyó ser y el correcaminos que disfruta del volante. Una herencia de su padre, chófer por cuenta ajena.
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