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Sentarse con terroristas

Cuando queda menos de un mes para que los ciudadanos acudamos a las urnas, apenas si se nota ambiente electoral. Nos habíamos acostumbrado a vivir a lo largo de la década en campaña electoral casi permanente, de tal manera que, cuando se iniciaba la campaña electoral propiamente dicha en la fecha marcada por la ley, casi no distinguíamos la actividad política de esas semanas de campaña de la de los meses o incluso años anteriores. Esta vez, por el contrario, hemos vivido la precampaña menos movida de toda la década y vamos a vivir, según parece, la campaña también más tranquila de todas las conocidas desde 1977. Por no haber no está habiendo ni siquiera llamativas salidas de tono. De ahí que el interés informativo se haya centrado en asuntos menores, como las 1.100 preguntas parlamentarias del PP de la semana pasada, el conflicto de IU con Los verdes por añadir la primera en su oferta electoral el nombre y el logotipo de los segundos, que tendrá que acabar siendo resuelto por el Tribunal Constitucional, o la irresponsable queja de la alcaldesa de Málaga contra el Plan Director de Infraestructuras de Andalucía, cuando ha tenido una conducta que sólo cabe calificar de negligente, al no formular alegación alguna durante el plazo de exposición pública del mismo. Unicamente en Córdoba parece que la temperatura electoral nos recuerda la de otras consultas de nuestro inmediato pasado. Buena prueba de ello ha sido la descalificación de Rosa Aguilar por parte del teniente de alcalde del PP, Antonio Prieto, acusándola de "sentarse con terroristas, que lo único que han hecho es llenar de luto y sangre plazas de toda Andalucía". La indignación de la candidata de IU a la alcaldía es fácilmente comprensible. Que IU en el País Vasco haya suscrito el Pacto de Lizarra no puede ser motivo para utilizar la acusación de connivencia con el terrorismo contra su candidata en Córdoba. La trayectoria de Rosa Aguilar en este terreno es sobradamente conocida y no hay nada que ella deba reprocharse o que puedan reprocharle los demás. Ahora bien, la indignación no debe conducirla a llevar el asunto a los tribunales de justicia. El exabrupto del teniente de alcalde popular no es más que eso, un exabrupto, que se califica o, mejor dicho, se descalifica por sí solo. Más bien debería ser interpretado como un síntoma de la preocupación del equipo actual de gobierno de la ciudad por la posible pérdida del mismo tras las próximas elecciones. En todo caso, no se entiende muy bien que es lo que espera conseguir el PP con el recurso a argumentos de este tipo en una campaña municipal. Y menos contra la representante de un partido, cuyo máximo dirigente ha sido recibido por José María Aznar en La Moncloa tras haber suscrito IU el Pacto de Lizarra para hablar de la pacificación en el País Vasco. ¿De verdad piensa el PP que los ciudadanos no leen periódicos, oyen radio o ven televisión?JAVIER PÉREZ ROYO

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