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Europa frente al dopaje

Se ha creído largo tiempo que los organismos deportivos podían resolver el problema del dopaje sin ayuda. El caso Festina, que empañó la celebración del último Tour de Francia, ha demostrado que las autoridades nacionales e internacionales no pueden enfrentarse a este fenómeno.

Las primeras carecen de medios y autoridad, eso si no manifiestan una indiferencia cercana a la complicidad, como en España. Las instituciones internacionales no tienen la voluntad política necesaria. El mundo deportivo es incapaz de hacer cumplir las reglas del juego, y la sociedad civil asume sus derechos, considerando el dopaje una cuestión de salud pública.

No es agradable ver a los campeones que nos regalan sus hazañas tratados como delincuentes. Las grandes competiciones, con maravillosos recuerdos, interrumpidas por operaciones policiales.

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(...) Pero se trata de la justicia. El deporte, objeto de mercadeo, no puede soportar prácticas fuera de la ley. Sería un error hacer del ciclismo un chivo expiatorio, así como sospechar de todas las disciplinas y de sus practicantes. Debemos averiguar la extensión de la enfermedad y aplicar un remedio común.

Las autoridades francesas han marcado el camino. Del mismo modo, la justicia italiana no ha dudado en investigar a los clubes de fútbol más prestigiosos de su país. Corresponde a la Unión Europea estimular una acción común de todos sus miembros. Jueces y policías han demostrado que las ramificaciones del dopaje ignoran fronteras. Sería paradójico que su investigación las permitiera. .

París, 13 de mayor

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