_
_
_
_
_
CRÍTICACLÁSICA

El último Haendel

Sir Neville Marriner Haendel: Jephta. Solistas, Coro y Academy of St. Martin-in-the-Fields. Director: Sir Neville Marriner. Palau de la Música, Sala Iturbi. Valencia, 12 mayo 1999.Esta interpretación de Jephta, el último oratorio compuesto por Haendel, representa una de las citas más atractivas dentro de la temporada de primavera del Palau. A la circunstancia de constituir novedad absoluta para el público habitual del auditorio se añade la belleza intrínseca de una partitura que rebosa momentos ciertamente sublimes y hasta premonitorios. En cabeza de los primeros figura el coro How dark, O Lord, are Thy decrees!, pasaje que cifra la experiencia personal de Haendel ante la prueba terrible de la ceguera. Al terreno del futuro pertenece el arioso del protagonista, For ever blessed be Thy holy name, en el cual se vislumbra el dramático acento beethoveniano del comienzo del segundo acto de Fidelio. La trama del oratorio haendeliano contempla el clásico holocausto del inocente ofrendado a la divinidad en prueba de agradecimiento por el favor que ésta dispensó al guerrero hebreo Jephta en su combate contra los ammonitas. El mito del padre que sacrifica a un hijo (en este caso, a una hija) reaparece una y otra vez en la tradición religiosa de diferentes culturas y constituye uno de los actos probablemente menos aceptables por la razón. El hecho de que en Jephta intervenga el deus ex machina como paliativo del bárbaro sacrificio es una secuela inevitable de la tradición operística barroca. Y es que el oratorio Jephta participa en gran medida del espíritu de la ópera. en tal sentido su interpretación más ajustada reclama una pasión teatral ajena a la mesura que preside el concepto musical de Sir Neville Marriner. En cierto modo, este Jephta tuvo en su contra la flema de la batuta y también la insuficiencia vocal de su protagonista principal, el ya muy desgastado tenor Anthony Rolfe Johnson. Del sexteto de solistas vocales resaltaron la mezzosoprano Christiane Iven y el barítono Neal Davies, mientras que la soprano Janice Watson y el contratenor Christopher Robson asumieron con elegante musicalidad la evidente limitación técnica de su zona aguda. Detalles como éstos, o incluso los cortes impuestos por Marriner, quedaron sobradamente compensados por el equilibrio y la firmeza del conjunto coral. La Academy, como formación instrumental, tiene altibjos que no empañan la solidez de un grupo señero en el dominio del lenguaje haendeliano, gloriosamente ratificado en sus años con Raymond Leppard. En todo caso, fue ésta una oportunidad de oro para todo buen aficionado que aspire a conocer uno de los más conmovedores monumentos del inmenso Haendel.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_