Los brigadistas y la no intervención
Hace unos días participé en un acto de amistad con un grupo de antiguos combatientes italianos de las Brigadas Internacionales y no pude evitar el relacionar lo que ocurrió entonces con el actual conflicto en Kosovo. Ya sé que cada suceso histórico es distinto a cualquier otro, pero no pude evitar pensar qué les contestarían en su día estos brigadistas italianos -como los británicos, norteamericanos, checos o de cualquier otra nacionalidad de los que vinieron- a quienes les preguntasen entonces qué es lo que se les había perdido en España. No es difícil suponer la respuesta: unos generales fascistas querían arrebatar la libertad a un pueblo y ellos venían a apoyar -con más voluntad que medios- a ese pueblo. Los medios los tenían los gobiernos de los países democráticos que optaron por la política de no intervención en supuestos asuntos internos de nuestro país.¿Se podía permanecer indiferente ante el asunto interno de que unos militares impusiesen con la superioridad aplastante de sus armas un régimen fascista a todo un pueblo? El gobierno republicano y el pueblo que le apo-
yaba esperaron desesperadamente el apoyo de los gobiernos europeos mientras aplaudían por las calles el gesto de generosidad y solidaridad de los brigadistas. Esos gobiernos que dejaron España abandonada a su triste suerte tuvieron la fortuna de ver poco más tarde -cuando la Alemania nazi les arrebató su libertad- cómo en Normandía desembarcaban unos ejércitos de países democráticos que consideraron que la lucha contra el racismo y el genocidio afectaba a toda conciencia sensible a los valores democráticos.Quienes hemos vivido las terribles consecuencias de la no intervención no podemos permitir que se considere un asunto interno el que un ejército y unas fuerzas paramilitares racistas masacren a todo un pueblo como el albanokosovar por la sencilla razón de que pertenecen a otra raza. ¿Es posible permanecer indiferente a otra limpieza étnica en plena Europa a finales del siglo XX? Mi respuesta es clara: prefiero a los brigadistas que se incorporaron a unas fuerzas republicanas que, con muchos defectos, defendieron la libertad, frente a los gobiernos democráticos que con su no intervención permitieron la victoria de Franco, como prefiero a los soldados norteamericanos y canadienses que dejaron sus vidas a miles de kilómetros de sus casas en las playas normandas -a pesar de que pueda no compartir todas y cada una de las acciones posteriores de las fuerzas aliadas- que a los hombres de negocios suizos o suecos que optaron por la neutralidad. Y, por supuesto, estoy con las fuerzas armadas de los países que conforman la OTAN, entre ellos el mío, que tratan de impedir otro nuevo crimen contra la humanidad.-
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