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ERC: coyuntura e identidad JOAN SUBIRATS

Joan Subirats

El peculiar sistema de partidos políticos de Cataluña ha generado siempre un espacio para partidos que sepan jugar con la ambivalencia de sus posiciones en el eje derecha-izquierda y en el eje catalanismo-españolismo. Para algunas formaciones ese margen de maniobra es menor ya que en el imaginario colectivo están mucho más localizados en alguno de esos ejes. El Partido Popular no puede jugar en ese espacio por su clara posición de derecha españolista. Iniciativa per Catalunya se mueve y es percibido por los votantes como una formación claramente en la izquierda y en el catalanismo militante. CiU ha ido explotando estos últimos 20 años una cierta ambigüedad, que le ha permitido recoger votos en todos los ejes. Pujol lo ha teorizado: lo importante es Cataluña, y lo de menos es con quién te tengas que aliar si recoges lo que pretendes. Los socialistas constatan cada día lo difícil que es mantener posiciones progresistas en lo social sin que se asuste nadie, y hacer malabarismos en la cuestión nacional, cuando conviven tantas sensibilidades distintas en una misma formación política. Esquerra Republicana, bajo la dirección de Carod-Rovira, trata de colocarse en una posición que recoja más adhesiones, tanto en el centro nacionalista como en la izquierda desencantada de opciones más tradicionales. El problema puede ser, desde mi punto de vista, que la coyuntura política y la posibilidad de ocupar una posición decisiva en la construcción del futuro Gobierno de la Generalitat quizá pueda estar pesando en exceso en su estrategia, poniendo en peligro una identidad no del todo clara. ¿Cuántas Esquerras han existido desde la transición política? Primero fue la polémica sobre quién se quedaba con las históricas siglas y su evidente "fondo de comercio". Siguió después la ya lejana coalición con el maoísta Partido del Trabajo, para pactar después con CiU una mayor presencia institucional, y acabar formando parte del mismo Gobierno convergente, en una fase que podemos considerar de clara difuminación identitaria. La posterior renovación de ERC acabó con la traumática salida de Colom y Rahola, que a pesar de clarificar y consolidar el partido, evitando una personalización enfermiza, no despejó los interrogantes ideológicos. Desde entonces, creo que ERC se ha fortalecido, tanto organizativamente hablando como desde el punto de vista de credibilidad personal de sus dirigentes. Pero no sé hasta qué punto su actual y calculada equidistancia en el eje izquierda-derecha no puede acabar erosionando en exceso su frágil identidad política en temas cada vez más cruciales desde el punto de vista de la construcción de una Cataluña más solidaria y con una buena cohesión social. Muchos pueden pensar que los demás partidos y formaciones políticas han tenido o tienen problemas similares, y razones y datos no les faltarán para defender ese punto de vista. Pero creo que en los demás partidos las adscripciones más o menos intensas a familias tradicionales en el mundo de las ideologías políticas y la propia continuidad de sus líderes genera una mayor inercia identitaria que en el caso de ERC. A nadie se le escapa que la actual coyuntura política provoca una dinámica infernal que no deja mucho espacio entre Pujol y Maragall. Sólo el PP, con su posición periférica en el tema nacional catalán, puede permitirse quedar claramente al margen del duelo, además con la alegría de ir gobernando en Madrid. Pero el problema es que una formación tan significativa en la historia de Cataluña y con un potencial de futuro tan prometedor como ERC (es probablemente el partido con una militancia más joven y con más gancho para muchos jóvenes votantes) corre el peligro de que la pasión por no perder comba en la coyuntura actual le acabe hipotecando excesivamente en el futuro. La batalla por hacerse un hueco en la batalla mediática y el miedo a ser engullido en el pugilato Maragall-Pujol pueden hacer perder identidad a ERC. Conozco y respeto a Josep Lluís Carod-Rovira desde los lejanos tiempos en que compartimos la intimidad de unos pocos metros cuadrados

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