La redención del último imperio
Portugal expía sus pecados con la ayuda a Timor y la descolonización de Macao
El próximo 20 de diciembre, en el umbral del próximo milenio, las autoridades portuguesas pondrán fin a su imperio ultramarino con la devolución a China de la península de Macao, el primer establecimiento europeo en Asia (1557). Los portugueses fueron los pioneros en llegar a las costas de África y Asia, y han sido los últimos en abandonar sus colonias, un proceso ciertamente traumático del que aún no se han librado. Su fabuloso imperio estuvo compuesto por Brasil (independizado en 1822), Goa (1961), cinco países de África (Angola, Mozambique, Guinea-Bissau, Cabo Verde y Santo Tomé, hasta la revolución de los claveles, en 1974-1975), Timor Este (invadido por Indonesia en 1975) y Macao.La persistencia del dictador Salazar en conservar aquellos territorios y la caótica descolonización durante el periodo revolucionario han provocado en Portugal un cierto remordimiento, una mala conciencia que los nuevos gobernantes quieren reparar. El diario Financial Times explicaba recientemente que las autoridades de Lisboa se esfuerzan este año "por expiar sus pecados coloniales". Y no le faltaba razón. Siempre que se habla de la descolonización en Portugal surge la sensación de purgar las culpas, de aliviar los agravios y de reparar los errores.
Precisamente en este año, cuando acaba de cumplirse el 25º aniversario de la revolución, las autoridades están desplegando un enorme esfuerzo diplomático para impedir una nueva oleada de violencia en Timor, donde las milicias proindonesias ya han causado más de 300 muertos en las últimas semanas. La diplomacia lusa acaba de negociar con Yakarta las condiciones de un próximo referéndum sobre el futuro del territorio y ha solicitado la ayuda urgente de las Naciones Unidas para evitar nuevos baños de sangre. Restablecer la calma en Timor y facilitar una transición pacífica para Macao son los objetivos prioritarios del último imperio colonial. Sin embargo, cada día surgen nuevos sobresaltos. El pasado viernes, un golpe militar depuso al presidente João Bernardo Vieira en Guinea-Bissau y los muertos y refugiados en Angola se cuentan ya por millares.
El ministro de Coordinación Territorial durante la revolución y hoy presidente de la Asamblea de la República, António Almeida Santos, reconoce que Portugal descolonizó "tarde y mal", sin duda como consecuencia de la difícil transición de aquellos años, de aquella "embriaguez de libertad tras casi 50 años de dictadura". "Nuestro régimen colonial", dice, "no fue seguramente el peor, pero sí el más prolongado. Ése fue nuestro mayor pecado". La "imperdonable" resistencia del dictador a descolonizar provocó procesos traumáticos en Angola, Mozambique y Guinea-Bissau, que ya llevaban más de 14 años de guerra contra los colonos. Desde su independencia, en 1975, las tres naciones han seguido padeciendo los avatares de largas y sangrientas guerras. Guinea-Bissau vive un frágil proceso de paz; Mozambique sufrió 16 años de conflictos armados hasta 1992, y Angola, uno de los países más ricos de África, ha visto cómo una guerra civil de casi 25 años se recrudece a pesar de la mediación de las Naciones Unidas.
Precisamente las jóvenes generaciones de izquierdas que se opusieron a la visión salazarista sobre las colonias (proveedoras de materia prima barata y fuentes de grandeza política) son hoy los nuevos gobernantes que quieren cerrar con dignidad la etapa colonial. El Gobierno socialista de António Guterres está desplegando toda su artillería diplomática para facilitar la autodeterminación pacífica de Timor Este, cuyo referéndum está fijado para el próximo 8 de agosto, y prepara una transición sin tensiones para Macao, donde pretende evitar los traumas que marcaron su retirada de África.
En el caso de Timor, el Ejecutivo de Guterres quiere evitar unos enfrentamientos que ya han costado más de 200.000 muertos (en una población de 650.000 habitantes) desde la ocupación indonesia, en 1975. A pesar de las buenas intenciones de Lisboa, las perspectivas no son muy optimistas y las milicias proindonesias ya han anunciado que no respetarán la independencia de este territorio. Sin un decidido apoyo de la comunidad internacional, el baño de sangre estará servido en bandeja.
El ministro de Asuntos Exteriores luso, Jaime Gama, reconocía recientemente que la política externa está consiguiendo notables avances: "Hemos mejorado las relaciones con Brasil, creamos la comunidad de países de lengua portuguesa, estamos asegurando una transición estable para Macao, luchamos con coherencia por los derechos del pueblo timorense y estamos restableciendo nuestras relaciones con África". Su análisis es compartido por un ex colega, pero con ciertas y fundamentadas reservas. El ministro de Exteriores del anterior Gobierno conservador y actual presidente del primer partido de la oposición, el socialdemócrata José Manuel Durao Barroso, reconoce que todavía hay algunas asignaturas por resolver: "Con Angola tenemos una deuda pendiente. Hemos apoyado todos los esfuerzos por alcanzar la paz, pero ese proceso es imposible cuando una de las partes quiere la guerra. De todas formas, la gran incógnita es Timor. El proceso diplomático es irreversible, pero la situación puede desembocar en un conflicto que debemos evitar. No hay que olvidar que en Timor han muerto cerca de 20.000 militares indonesios y algunos dirigentes de su Ejército no van a aceptar esa transición".
Los riesgos son evidentes, pero la determinación de Portugal es inequívoca. Durao Barroso explica: "Sería trágico que Portugal repitiese los errores en que incurrió durante la descolonización. Este año de 1999 puede ser, con los procesos de Macao y Timor, un marco decisivo para la remisión de nuestras penas y para el reencuentro con lo más noble de nuestra historia". Almeida Santos sostiene: "Nuestra única actitud consiste en reparar el mal causado hasta donde sea posible y construir un nuevo clima de cooperación". El presidente de la República, Jorge Sampaio, no albergaba dudas al concluir su último viaje a Macao como máximo mandatario de ese territorio: "Estamos empeñados en acabar este proceso con la dignidad que nuestra historia justifica".
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