Día sin coches en Sevilla

Sevilla, muy leal, noble y mariana, ahora ciudad del deporte y medioambiental, no consideró oportuno sumarse a la iniciativa del día sin coches que recientemente celebraron las más importantes ciudades de este país, con el fin de cuestionar el modelo de transporte urbano que, más que disfrutar, sufrimos los habitantes de ciudades grandes y medias. Sevilla, acostumbrada a sufrirse a sí misma, será, casi con toda seguridad, la última de las grandes ciudades del sur europeo que rectifique su transporte, pero, ¿qué duda cabe?, estará siempre entre las primeras a la hora de proclamar el logro, y ello, ciudad milagrera, sin mover nada en el suelo que pisamos, ni en los hábitos insostenibles de sus ciudadanos. Sólo ideando lemas, inscripciones o simples spots de publicidad fraudulenta. Por arte de magia las administraciones públicas gastan, casi sin tiempo para decidirlo, unos 20.000 millones de pesetas en un estadio olímpico, una instalación que, dicen, no puede faltar en una ciudad tan deportiva y medioambiental. En carriles para bicicletas no se habrá invertido más de 10 o 20 millones de pesetas en más de 20 años que se viene hablando insistentemente de ellos. Y lo que se ha gastado se lo podrían haber ahorrado (lo digo yo que soy de bicicleta diaria, aunque llueva, haga frío o calor), porque más que fomentar la bicicleta como medio de transporte alternativo al automóvil, parece que sólo han querido burlarse de quienes nos lo hemos creído. Recuerdo aquel carril-bici de la calle San Fernando, en un carril de autobuses que sobraba, como la primera inocentada de los que usan y abusan de coches oficiales hacia los que pedaleamos. La idea caló y ninguna corporación ha dejado pasar la oportunidad de mofarse de los ciclistas. A alguien se le ocurrió hacer "refugios bici" que nadie había pedido y nadie utilizó. A otros la idea de los bautizos: llamar carril-bici a paseos peatonales, obra que consiste únicamente en colocar rótulos lo más llamativos posible y echar a pelear a ciclistas y paseantes para preservar intacto el sagrado espacio del auto. Un carril de este tipo, el de Torneo-Marqués de Contadero, mereció una sonada polémica con Chillida por la ordenación del entorno del monumento a la tolerancia situado en el Muelle de la Sal. Los munícipes no tenían duda alguna: antes estaba el fomento de la bicicleta que los criterios urbanistas del artista. Tanta disputa para tener finalmente lo que allí tenemos, un inmenso y caótico aparcamiento de coches cuya vía de entrada y salida no es otra que el tan cacareado carril-bici, y que, además, es lugar preferente para instalaciones y actividades pasajeras de cualquier tipo que llegan a cortar totalmente el paso de ciclistas, sin que ello merezca la más mínima atención a la Delegación de Tráfico que, por supuesto, no lo incluye en sus partes diarios de circulación. Sevilla medioambiental, Sevilla deportiva, Sevilla ciudad de la ironía.- Manuel Clavero Salvador. Sevilla.