La racha
No se trata tan sólo de la guerra en los Balcanes, que ha oxidado y roído cualquier ánimo. Más allá de la tragedia colectiva, el cuerpo mismo de 1999 parece inyectado con una porción de tóxico o veneno letal. No afecta ciertamente a todo el mundo ni se presenta con la misma violencia sobre unos y otros, pero la población, en general, está atravesando una mala racha.Las encuestas y sondeos se afanan en obtener el intrascendente barómetro político cada estación; sería, en cambio, más oportuno que se practicara una cata sobre la situación física y moral de los habitantes y saber sobre la naturaleza del mal que acecha. Una especie de virus está asaltando la actualidad mediante enfermedades, reveses económicos, accidentes graves, problemas familiares o morales a una insólita cantidad de ciudadanos; e incluso buena parte de los menos afectados constatan la existencia de una atmósfera rara y aciaga.
¿Desaparecerá este designio a partir del fin de la guerra vecina o habrá que esperar todavía hasta adentrarse en el ámbito del 2000 con su simbólica catarsis de números vacíos?
Las penas no dejan nunca de merodear y causar daño como condición para sentir, después, la dicha, pero la larga y triste marea que se detecta en 1999 es más que un pesar habitual. Sería como si los pesares se hubieran desbordado sobre la última cornisa del siglo y esta anualidad avanzara revestida de plomo, planeando entre el aliento de una luz sombría y amenazada por una temblorosa, última y fatigada adversidad. Ojalá que muchos más lectores que menos desdigan esta funesta impresión, repetida en diversos ambientes, a estas alturas tibias de 1999. De este año postrero, satanizado por la fisonomía de su aritmética, rabizo, definitivo, ácido e impar.
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