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REYNALDO GONZÁLEZ ESCRITOR CUBANO "Ojalá Clinton haya tenido el gusto de usar un habano legítimo"

El escritor cubano Reynaldo González ha cruzado el Atlántico a sus 59 años para publicar un libro en la editorial Ikusager, de Vitoria. El bello habano. Biografía íntima del tabaco, prologado por Manuel Vázquez Montalbán, es un recorrido personal por la historia de esta planta que tiene en la isla caribeña uno de sus principales productores. En la actualidad, González, director de la Filmoteca de Cuba, está escribiendo una novela histórica cuya anécdota transcurre en la España de finales del siglo XV. Pregunta. En un principio, los gobernantes europeos no aceptaron el tabaco. Respuesta. Europa siempre se ha resistido cuando tenía que entender otras culturas, algo que se está viendo también en la actualidad; no siempre ha tenido la suficiente sensibilidad. Podemos decir que Europa estableció un hito antes y después de América. Y esto se percibe claramente en el paladar: descubre la patata, el tomate, el chocolate, el maíz y, naturalmente, el tabaco. Esto, como explico en mi libro, producirá una auténtica conmoción cultural, lo que se pudiera considerar la revolución de los sentidos, de las sensaciones. La llegada del tabaco a Europa coincide con la del té, el café y el chocolate: son una serie de estimulaciones diferentes, nuevas a los paladares, que hacen más larga la conversación y más meditado el intelecto. P. ¿Por qué hubo aquella persecución primera contra el tabaco? R. Como todo lo nuevo, fue considerado sacrílego. Estuvo vinculado a la desnudez de los primeros fumadores con los que tropieza el europeo; los halla desinhibidos, con un sentido de la sensualidad nueva para aquella Europa del XV y principios del XVI. En aquellos habitantes no existía el concepto de pecado, para ellos las relaciones sexuales eran algo natural. Había una libertad desinhibida. Había dioses, pero no martirizaban la carne ni el pensamiento. Y a pesar de este primer rechazo al tabaco, por todo con lo que estaba relacionado (conllevó numerosas bulas papales), nadie pudo impedir que los marineros y el resto de la tropa trajera el tabaco. P. ¿Y como llega la autorización? R. Con el tabaco ocurrió como con el idioma. Las lenguas europeas se conmocionaron con la entrada de vocablos indígenas y no tuvieron más remedio que abrirles paso. Esto coincide con la llegada de los esclavos provenientes de África, gentes que eran príncipes o ciudadanos de sus culturas, que llegan a Cuba y se familiarizan con el tabaco. Y el tabaco pasa a ser de un producto autóctono a ser un producto elaborado por extranjeros. Hay un momento en mi país, Cuba, y en el resto del Caribe en que todo, menos el paisaje, es importado. Con la muerte de los aborígenes, aparece lo que se pudiera decir un nativo "subrogado", como dice bien el castellano. Al contrario que los europeos, los negros africanos vieron muy bien el tabaco. P. Pero luego ya entró en todos los estamentos sociales. R. Me parece muy importante el tabaco como hecho cultural. Cómo va llegando a la Iglesia, a la burguesía altísima, culta, luego a las artes, desde Molière a Virginia Woolf, a los caciques, desde los indocubanos a Napoleón o Wellington. P. Sin embargo, desde hace unos años hay una campaña para prohibir su consumo. R. Hay mucho de negocio: la prohibición está estimulando el consumo del habano puro en detrimento del cigarrillo, que se considera que hace un poco más de daño. Como se recoge en publicaciones especializadas de los Estados Unidos, ahora hay más que nunca lo que antes eran tobaccos clubs, lugares exclusivos para fumadores de puros. Aunque ahí yo no me quiero meter, porque creo que se exagera mucho. Cada cual tiene derecho a comprase el cáncer que le corresponda. P. ¿Qué le parece la imagen de Clinton, Lewinsky y el habano? R. Eso es procaz. Lo único que deseo es que el presidente de los Estados Unidos haya tenido el buen gusto de usar un tabaco habano legítimo y no un subterfugio, una falsificación. Al menos es otra posibilidad del habano, que siempre fue un símbolo fálico, por su carácter tubular y por la forma en la que se consume, como si fuera una eyaculación humeante. De todos modos no quiero insistir mucho con ese tema, porque a mí los gobernantes y los políticos me aburren muchísimo. Aunque en este caso, Clinton tuvo alguna originalidad.

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