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Una fiesta con mucha 'finezza'

Marsillach, medalla de oro de la Comunidad, destaca la elegancia de Ruiz-Gallardón al premiarle

José Manuel Romero

Una tonadillera de otro tiempo, votante ahora del Partido Popular, irrumpió ayer en el patio de festejos de la Real Casa de Correos, donde se celebraba el Día de la Comunidad de Madrid. Se fue hacia los gestores autonómicos y reprobó su política cultural. "En todos estos años", se quejó la artista, "no me habéis contratado ni una sola vez. Sólo os sirven los rojos". Se lo contó a un dirigente popular al tiempo que le mostraba un pastillero donde guardaba una foto de Francisco Franco. "No conozco a ese señor", le contestó el alto cargo del Gobierno. Fue una respuesta elegante a una tosca sugerencia en una jornada de discursos cargados de finezza.El anfitrión de la fiesta, Alberto Ruiz-Gallardón, presidente regional hasta, al menos, el 13 de junio, avisó a los navegantes populares que añoran tratos de favor: "No se puede mirar a la cultura con un ojo tapado, hay que mirarla con los dos ojos. Nosotros, desde el poder, no podemos sostener una cultura con ideología partidaria".

Ruiz-Gallardón abrió ayer sus dos ojos a las luces del patio de la Real Casa de Correos para que no se le escapara ningún detalle. Allí puso medallas, tendió su mano a mil manos, amagó cientos de besos, presidió desfiles, lanzó vivas al Rey, a España y a Madrid (como el alcalde), y leyó discursos conocidos de otros años.

Disfrutó, especialmente, con la palabra de Adolfo Marsillach, actor, director de teatro, escritor, y candidato socialista al Ayuntamiento en un puesto de cola de la lista, ese lugar que sirve a quien lo ocupa como testimonio de afectos y apoyo a personas e ideologías.

Marsillach se expresó emocionado por ser medalla de oro de la Comunidad de Madrid junto a la Sociedad General de Autores. Nacido en Barcelona, llegó en 1950 a la estación de Atocha cargado con una maleta "llena de ilusiones". Casi cincuenta años después, Marsillach no sabe, según confesó ayer, si es un catalán afincado en Madrid o un madrileño que nació en Barcelona. Cree que las dos cosas. Se declaró en contra de los nacionalismos excluyentes; y de los nacionalismos. Después recordó a un diplomático italiano para el que "manca finezza" en la política española. Faltaba finura, elegancia. "En Madrid", declaró solemne Marsillach, "no manca finezza".

Ruiz-Gallardón recibió la flor encantado. El delgado presidente madrileño, seco y palido como el jerez fino, tuvo la fina ocurrencia de elegir a Marsillach para el oro del Dos de Mayo en el momento más inoportuno. Unos días después de la elección, el PSOE anunciaba la presencia de Marsillach en sus listas municipales. Su atrevimiento fue premiada ayer con la palabra de un clásico, Adolfo Marsillach.

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