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La candidata opositora logra una mínima ventaja al iniciarse el recuento de votos en Panamá

Juan Jesús Aznárez

ENVIADO ESPECIALCon el escrutinio del 21,42% de las mesas electorales, Mireya Moscoso, viuda del caudillo Arnulfo Arias y principal candidata opositora, se perfilaba ayer como ajustada vencedora de los comicios presidenciales de Panamá. Moscoso habría logrado el 41,2% de los sufragios, frente al 39,3% del oficialista Martín Torrijos, hijo del difunto general Omar Torrijos. Estos resultados preliminares, hechos públicos por el Tribunal Electoral en la madrugada española, confirmarían la escalada de la candidata de la Unión por Panamá en el tramo final de la campaña.

Apegándose a estos primeros datos, la oposición podría haber ganado por una diferencia abrumadora de no ser por la división del partido arnulfista. El banquero Alberto Vallarino, derrotado en las primarias por Moscoso, desertó dando un portazo y encabezó otra candidatura opositora que lograba esta madrugada el 18,5% de los votos."Que Dios ilumine a este país", imploraba ayer una mulata votante de la viuda autodidacta. "La señora

[Moscoso] ha sido humilde y sabe muy bien lo que sentimos los pobres. La otra gente nunca ha vivido mal, nacieron en cuna de oro, no saben lo que es irse a la cama sin comer". Y parece que las plegarias fueron escuchadas. Tras el precipitado y torpe anuncio del jefe de campaña de Torrijos, la viuda del populista caudillo Arnulfo Arias ya dijo que ella será la nueva presidenta, la que recibirá de Estados Unidos el Canal de Panamá gracias a unos acuerdos que firmó el padre de su opositor en los años 70.

Lealtades a los difuntos

Las razones del electorado, la percepción de los 1,7 millones de panameños con derecho a voto fueron singulares y, aparentemente, el contenido de los programas contó menos que las lealtades políticas a los difuntos de referencia, Omar Torrijos y Arnulfo Arias, el voto de clientela y el deseo de cambio. Los dos favoritos reclamaron su propiedad: Torrijos, de 35 años, se distanció del parque jurásico enquistado en el Partido Revolucionario Democrático (PRD), fundado en 1968 por el carismático dictador Omar Torrijos, y la viuda del ex presidente (1941, 1948 y 1968) arremetió contra los vicios de una formación que fue régimen 36 de los últimos 50 años.Increíbles casi siempre el grueso de los ofrecimientos electorales, Vallarino acudió días atrás al arzobispado para, en un golpe de efecto, hacer a la Iglesia depositaria y garante de sus tres grandes promesas: crear 250.000 empleos de 1999 al 2004, eliminar el Impuesto sobre la Renta a los ingresos inferiores a 700 dólares (algo más de 100.000 pesetas) al mes y aumentar el salario mínimo. Analistas políticos no descartaban la inclusión del creso panameño en un eventual congreso presidido por Torrijos. Ninguna de las otras dos candidaturas había sido tan precisa en el enunciado de los proyectos que inciden sobre lo cotidiano, sobre las preocupaciones más sentidas por la clase media en precario y la indigencia: el paro, la pobreza y la corrupción.

Violentas o amañadas la mayoría de las consultas electorales anteriores, excepto la de 1944, invadido el país en 1989 por Estados Unidos para detener al general Manuel Antonio Noriega, delincuente a gran escala, Panamá recupera progresivamente hábitos democráticos ausentes desde principios de siglo y pudo elegir en paz y con propósitos de la enmienda. Un total de 15.000 candidatos disputaron casi 800 cargos: la presidencia de la República, dos vicepresidencias, los 72 escaños del Congreso, cuya composición se adivinaba repartida, 74 alcaldías, 587 puestos municipales y 20 diputados para el Parlamento Centroamericano (Parlacen).

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Designado candidato, a la carrera, cuando el presidente saliente, Ernesto Pérez Balladares, perdió la posibilidad constitucional de ser reelegido para un segundo mandato en el referéndum del 30 de agosto del pasado año, Martín Torrijos prometió gobernar con equidad sin las exclusiones y voracidad que caracterizaron a los períodos más negros del PRD. Torrijos, con un discurso ambivalente y populista en alguno de sus flancos, prometió distribuir más justamente el crecimiento y suavizar las reformas económicas ejecutadas por Pérez Balladares, apodado El Toro. "No soy el continuismo", insistió.

Mireya Moscoso, de 52 años, que huyó a Miami cuando el padre de su adversario, el general Omar Torrijos, derrocó a su esposo en 1988, perdió frente a Pérez Balladares hace cinco años y ansía el desquite.

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