Una juez procesa a un policía por abusar de una inmigrante detenida
El Registro Central de Detenidos de Madrid no le ofreció ninguna seguridad a M.R., de 26 años. La mujer, inmigrante peruana sin papeles, fue víctima de una agresión sexual mientras se encontraba recluida en este centro. El ataque fue supuestamente cometido por el policía nacional que la custodiaba. Así lo establece el Juzgado de Instrucción número 38 de Madrid en un auto de procesamiento por agresión sexual dictado contra el agente Enrique López, actualmente en libertad provisional.
La mujer fue detenida a las 18 horas del 20 de junio de 1998 en el metro de Callao, en Gran Vía (Madrid). Los agentes, en un control de rutina, le pidieron la documentación y al comprobar que carecía de papeles y que sobre ella pesaba una prohibición de entrada en España (que no expiraba hasta septiembre de 1999), le aplicaron la Ley de Extranjería. Primero la llevaron a la comisaría más próxima (Centro) y luego a la Brigada Provincial de Extranjería y Documentación. Allí, la mujer deletreó su nombre, impregnó un oscuro papel con sus huellas dactilares y fue confinada en una celda. Poco después, en torno a las once de la noche, la llevaron en una furgoneta hasta el Registro Central de Detenidos, en Moratalaz. El agente de la escala básica Enrique López pasó a encargarse de ella. Tras cachearla, le hizo coger unas mantas y le abrió las puertas de la celda número 15.El auto de procesamiento, en su apartado de hechos, refiere que en torno a las dos de la madrugada, el policía entró de nuevo en la celda. Nadie le había llamado. La mujer, en su declaración, describió al agente como un hombre de unos cuarenta y cinco años, de pelo cano y gafas de montura dorada.
Un pitillo y un beso
El hombre se encendió un pitillo y se lo ofreció a la inmigrante ilegal. Luego, se sentó a su lado y le pidió que estuviera tranquila, que al día siguiente la llevarían a declarar y que su problema quedaría resuelto. Acto seguido, recuerda la juez en su escrito, el policía se abalanzó sobre ella "a la altura del pecho, con intención de besarla".La detenida, para zafarse de su guardián, pidió ser llevada al servicio. Así ocurrió. Cruzó la puerta con ojo de buey que llevaba al lavabo, y una vez dentro se quedó a solas. Pero terminadas sus necesidades y mientras se encontraba enjuagándose las manos, el policía, siempre según el citado auto de procesamiento, entró en el lavabo y se le acercó por detrás. La cogió por la cintura y empezó a manosearla, al tiempo que intentaba arrastrarla hacia un habitáculo cercano, donde había una cama y unas colchonetas. Entretanto, como recuerda la juez en su auto, el agente le decía a la detenida "que no se preocupase", porque se había sometido a una operación de vasectomía, y que lo único que quería era "clavarla".
Huida a la celda
La mujer, a duras penas, consiguió girarse y pudo ver como el policía tenía ya los pantalones bajados. El hombre, en ese momento, la empujó contra la pared y, presionándole la cara, intentó besarla. El forcejeo se recrudeció. El policía, según el auto de procesamiento, consiguió bajarle las bragas a la mujer y efectuar ciertos tocamientos. Pero la inmigrante persistió en su defensa y, tras un desesperado intento de huida, logró regresar a su celda.Allí permaneció encerrada hasta que a la mañana siguiente otro agente se encargó de ella. Una vez devuelta a la Brigada Provincial de Extranjería y Documentación, la inmigrante denunció lo sucedido a una policía, quien inmediatamente informó a su superior. Los agentes le tomaron declaración. Ése fue el inicio del proceso.
El policía, al ser interrogado por la juez, negó las imputaciones. El hombre señaló que, cuando la "gitana" entró en el servicio, él se retiró lo máximo posible y que en ningún momento exhibió su miembro, sino que simplemente se tocó un "huevo" porque le picaba. "La gitana venía por tráfico de drogas y aprovechó la ocasión para perjudicarme", añadió.
Cuando la magistrada le preguntó si le parecía normal esa forma de expresarse, así como el comportamiento antes descrito, el agente contestó que no era su costumbre, pero que en aquel momento sintió necesidad.
"Trato de superioridad"
La víctima y su presunto agresor se vieron las caras poco después de la denuncia. Fue durante un careo de 35 minutos celebrado el 29 de junio de 1998 en el Juzgado de de Instrucción número 38 de Madrid. Ambos se acusaron de mentir y defendieron con vehemencia sus declaraciones anteriores. El agente, sin embargo, fue más allá de lo admisible, hasta el punto de que el fiscal le hizo notar el "trato de superioridad" con el que se dirigía a la mujer y la propia juez tuvo que intervenir para que dejase de tutear a la víctima y no le faltase al respeto.En este ambiente de tensión, el ministerio público preguntó al policía si había sido denunciado con anterioridad por algún detenido a su cargo. El agente respondió que "una vez, una gitana española detenida por tráfico de drogas le acusó a voces" de un hecho similar.
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