El precio de las almas
Al principio fue un alivio que se me apareciera el diablo, pues aunque no tenía intención de venderle nada, siempre es bueno para la autoestima saber que tu alma está en el mercado. Íbamos dentro de un taxi Satán y yo, él disfrazado de taxista, claro; yo, de agente comercial. Conducía con una habilidad notable, pese a tener patas de cabra en lugar de pies.-No sé cómo puede manejar el embrague y el freno con esas extremidades -dije por hacer tiempo, para que no me viera ansioso y comenzara la negociación a la baja.
-En realidad, el coche va solo -respondió él-. Yo me limito a mover los brazos y las piernas para disimular.
-¿Y qué precio tienen las almas esta temporada? -pregunté en tono casual al ver que no se animaba a hablar del tema.
-¿Almas? Hace mucho que no compro almas. Tenemos el infierno a rebosar. Antes había que ofrecer la eterna juventud y no sé cuántos sacos de oro. Ahora te las dan a cambio de un Rolex de acero, o de un apartamento en La Manga. En la actualidad, según me explicó, compraba cuerpos. Los cuerpos se estaban poniendo por las nubes. Me halagó que estuviera interesado en el mío, pues nunca me había parecido gran cosa. Es más, una vez superado el primer instante de desconcierto, pensé que era mejor para la autoestima que el diablo estuviera interesado en mi cuerpo antes que en mi alma. No es que hubiera decidido venderlo, pero dejé que le pusiera precio.
-Ahora mismo, le doy dos almas por su cuerpo -dijo al fin.
-¿Y que hago yo con dos almas, tres con la que ya tengo, sin un cuerpo en el que recogerlas?
-Usted verá, pero una habla francés e inglés y la otra alemán. Pertenecieron a dos conocidos poetas del siglo pasado.
Empecé a dudar. Aunque no le dije nada al diablo, tengo el colesterol alto y hace dos años sufrí una angina de pecho. Además, padezco de ardores de estómago. Y me acatarro con que me dé un soplo de aire. Nunca me he encontrado a gusto dentro de mi cuerpo. La idea de carecer de necesidades orgánicas y de ser jefe, por si fuera poco, de dos almas internacionales me hacía ilusión. Con el alma que hablaba francés e inglés podía entenderme, pues conozco los dos idiomas. Del alemán no tengo ni idea, pero pensé que todo sería cuestión de poner un poco de atención durante los primeros meses. Poseer un alma alemana, aunque no la entendiera, tenía su atractivo, en fin. Tampoco entiendo muchos días a mi alma española, y eso que hablamos las dos en castellano.
En esto, llamaron al taxista desde la central diciéndole que había un cuerpo en venta en María de Molina con Serrano.
-¿Le importaría bajarse que tengo un servicio urgente? -preguntó.
-Un momento, un momento, que todavía no hemos cerrado nuestro trato.
-¿Le interesa el negocio, pues?
-Venga, sí -dije un poco incrédulo, la verdad.
Precisamente ese día me estaba matando la gastritis. Entonces sentí como si me arrancaran el jersey con una violencia enorme y de repente me vi fuera del taxi, flotando en medio de la Puerta de Alcalá, con dos almas sumisas a mi lado. El coche se alejó con mi cuerpo dentro. No he podido olvidar la expresión sombría de mi rostro al otro lado de la ventanilla.
Al principio fue divertido ir de acá para allá como un manojo de globos por el aire, pero a los tres días comenzamos a tener un síndrome de abstinencia corporal insoportable. Además, como se suponía que el jefe era yo, tenía que tomar decisiones y arreglar la vida al francés con conocimientos de inglés y al alemán. Me ofrecí a más de cien personas sin ningún resultado: era verdad que las almas estaban por los suelos. Finalmente, en el aparcamiento de Santo Domingo di con un jefe de recursos humanos que nos permitió entrar en el cuerpo de un director comercial que tenía a su cargo a cambio de hacerle hablar francés, inglés y alemán. Acepté en seguida, pero tuvimos que repartirnos el cuerpo entre los tres y a mí me tocó el sector de los ardores de estómago, que son psicosomáticos, así que imagínense la intensidad con tres almas en lugar de una. A veces, cuando el director comercial está descuidado, subo clandestinamente hasta los ojos, y me paso el día mirando cuerpos. Las almas ya no me motivan. Vista una, vistas todas, aunque sean políglotas. Ahora creo que hice un mal trato con el diablo, nunca he sabido venderme.
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