"En el descenso llegué a pensar que no conseguiríamos regresar"
A las 7.20, Juan Oiarzabal, acompañado por Juan Vallejo y el cámara de TVE Ferrán Latorre, alcanzaban el campo base avanzado. Tres horas después, Oiarzabal llegaba llorando al campo base, el final real de una aventura que ha llenado 14 años de su vida. Tras las llamadas de rigor y una comida -que casi no probó-, Oiarzabal pasaba revista a su experiencia.Pregunta. ¿Cómo recuerda los momentos enla cumbre del Annapurna? Respuesta. Fue una cumbre muy extraña, sentía mucha emoción pero no tuve tiempo para nada, ni siquiera hablamos, solamente nos abrazamos. Hacía 25 grados bajo cero y apenas tuvimos tiempo para sacar unos planos para la televisión y unas fotografías.
P. ¿Qué relación ha tenido con el miedo, pensando que este era su ultimo ochomil?
R. Desde que empezamos a equipar esta montaña hemos estado en tensión, porque es objetivamente muy peligrosa. El miedo siempre ha estado ahí, obligándote a preocuparte. De todas formas, cuando más pensé en el miedo, fue durante la bajada entre el campo 2 y el campo 1, lo pasé fatal. Fue un descenso realmente dramático. Estábamos muy cansados, sin reflejos, con un compañero enfermo y yo pensaba que el menor descuido podía acabar con la vida de todos. Realmente veía el campo 1 muy lejos y llegué a pensar que nunca llegaríamos. Ha sido bastante horrible.
P. ¿Cómo se soporta tanta tensión durante 14 años?
R. Pocas veces he sentido tanta tensión como en esta montaña. Realmente creo que los que nos dedicamos a esto estamos hechos de una pasta diferente. La tensión se soporta sabiendo sufrir. Tanta aventura me ha concedido una gran experiencia, pero lo que me ha ayudado siempre han sido las ganas de vivir y de bajar.
P. Decidió escalar los 14 ochomiles por amor a la montaña o por ganarse la vida
R. Todo ha sido un proceso evolutivo, en el 85 subí mi primer ochomil sin plantearme nada, después entre el 87 y el 92 viví momentos muy difíciles, de mucha tensión, porque era más joven y mis ambiciones eran diferentes. Intenté escalar vías difíciles en el Himalaya, que en ese momento no podía ser. A partir de ahí me llegó el respaldo de la Caja Laboral y la Diputación de Álava y juntos decidimos escalar las 14 cumbres antes del año 2000.
P. ¿Se ha sentido prisionero de su decisión algúna vez?
R. Claro que si. No tenía nada que demostrar a nadie, pero me empujaba la pasión, las ganas de acabar con este reto.
P. ¿Qué recuerdos retiene de esta experiencia?
R. Hay dos buenos recuerdos: mi primer 8.000, el Cho Oyu, porque subimos 9 de los 7 expedicionarios, porque era la novena ascensión mundial y la primera vasca. También recuerdo especialmente la ascensión al K2, porque estaba acompañado por los hermanos Iñarrategi y Quique de Pablos, porque hizo muy buen tiempo y fue un ascensión modélica. También me quedo con los malos momentos, la muerte de
[Antonio] Miranda en el Everest, de Atxo Apeianiz en el K2, aunque yo no estaba con él, y la muerte de Zulu (J. Luis Zuluaga), un amigo entrañable, un montañero creativo que controlaba a la perfección el Himalaya. Otro mal recuerdo es el bajón físico que sufrí en el Kangchengjunga, en esa ocasión tuve que bajar de la montaña ayudado por los hermanos Iñurrategi. Sin ellos jamás hubiera bajado.
P. Ha estado a punto de renunciar alguna vez?
R. No, nunca. Lo único, la primera vez que fui al Kangchengjunga, dije que jamás volvería, pero luego volví dos veces. Me ha gustado mucho la sensación de añorar la montaña cuando estoy en Vitoria, y de añorar Vitoria cuando estoy en la montaña. Ahora tendré que buscar otros retos que puedo cumplir antes de llegar a los 50 años.
P. ¿Como definiría el sufrimiento en la montaña?
R. Desde que yo era un niño mi familia me ha inculcado que hay que saber sufrir, saber sacarse las habichuelas.
P. ¿En qué piensa cuando sufre?
R. Pienso en el afán de superación y en el egoísmo de subir a la cumbre, creo que eso es lo que me diferencia. Es cierto que después de ver tantos accidentes a mi alrededor ha cambiado mi forma de entender la montaña. Antes estaba dispuesto a perder dedos por subir a la cumbre, pero ahora ya no. No merece la pena dejarse nada en la montaña.
P. ¿Cual es el momento critico en la montaña para usted?
R. Lo que me revienta son los prolegómenos antes de atacar la cumbre. No soporto la escarcha, el momento en el que todos estamos mirando cómo se derrite la nieve en el quemador.
P. ¿Qué beneficios cree que ha sacado de esta experiencia?
R. Cuando me meta hoy a la cama se que voy a disfrutar muchísimo, va a ser la noche más importante de mi vida. Voy a pensar que ahora estoy en la picota. Antes me sentía reconocido en Vitoria, pero ahora el fenómeno llega a toda España, y es una sensación que me gusta. Pensar que he salido en todos los medios de comunicación parece una tontería pero me llena de orgullo. Luego me pondré a pensar qué voy a hacer en los próximos días, qué va a pasar con mi vida a partir de ahora. Pensaré seguramente que me gustaría vivir como guía de montaña.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.